Por: Martín Valdivia Rodriguez / Corría el mes de octubre del año pasado cuando una entusiasta ministra de Economía (María Antonieta Alva), afirmaba que el Producto Bruto Interno (PBI) del Perú iba a crecer a un ritmo de 3% con “sesgo a la baja”. Hasta allí la joven ministra pensaba que esta cifra calzaba perfectamente dentro del Marco Macroeconómico Multianual 2020-2023 del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). Incluso, surgió una pequeña pugna entre el presidente del Consejo de Ministros, Vicente Zevallos, quien había asegurado que la economía peruana no iría más del 2,7%.
Pues ni uno ni otro. Un informe de una empresa privada vinculada a un medio de comunicación que no tiene ninguna sospecha de ser de oposición, revela que el crecimiento del PBI para el 2019 sería del orden del 2,1%, cifra evidentemente muy inferior a lo pronosticado por el MEF e incluso por el propio Banco Central de Reserva (BCR) en su Reporte de Inflación que fue de también de 2,7%.
Lo peor de todo es que esta cifra (2,1%) viene a ser la peor performance de nuestra economía en los últimos 10 años, cuando el 2009 se alcanzó la magra cifra del 1,12% del PBI. Una cifra bajísima que no se ha vuelto a repetir. Hoy, con las justas hemos pasado esa ridícula cifra que para todos es una muestra palpable que las cosas no marchan bien y que el señor Vizcarra tiene que hacer más cosas por salvarnos de una recesión que nadie quiere.
Y es que la economía es un termómetro de nuestra realidad. El presidente Vizcarra se dedicó todo el año 2019 a pelearse con el Congreso y a olvidar por completo a la economía nacional. A él le importaba más sus cuentas
con el Parlamento que hacer rodar la economía vendiendo al Perú como un país seguro para invertir, donde se respetan las reglas de juego y se promueve la libre competencia.
No hubo nada de eso. Para que funcione una economía, según los economistas, hace falta que funcione correctamente cuatro motores: inversión privada, inversión pública, exportaciones y el consumo privado. Pues bien, el año pasado no hubo nada de eso, crecimiento prácticamente cero. Se privilegió el encontrón, la diatriba y el pecheo, donde lamentablemente nadie gana y todos perdemos.
Y estos son los resultados de ese capricho: una economía endeble, opaca y peligrosamente baja. Ojalá el presidente Vizcarra tome nota y se dedique a trabajar con el Congreso que él mismo forjó tras su pelea. El país no necesita más enfrentamientos sino trabajar y trabajar. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.