Por: Federico Prieto Celi / Las medicinas cuestan tres o cuatro veces más en el Perú que en otros países, y algunas medicinas mucho más todavía, para perjuicio de los peruanos. En medio de la crisis de covid-19 tanto las medicinas como otros implementos clínicos cuestan en el Perú diez o más veces que fuera del país, e incluso así son mercaderías escasas, lo que hace que encima haya intermediarios que encarecen mucho el producto.
En caso de guerra, el gobierno tiene licencia para interrumpir el flujo del mercado, no para fijar precios y provocar mercado negro, sino para comprar medicinas e implementos clínicos y entregarlos gratuitamente a los enfermos, comenzando por los más pobres y los directamente expuestos al contagio, como han hecho otros países.
Hay que tener en cuenta que antes ya sufríamos sobreprecios en las medicinas por varias razones:
1) Las clínicas sobrecargaban el precio de las medicinas en sus farmacias internas para entregar ese plus a las cadenas propietarias, ya que ni los médicos ni otros servicios se prestaban al juego.
2) Las cadenas de farmacias favorecen a los laboratorios amigos, muchas veces del mismo país de sus propietarios, con el fin de promover ciertos remedios en perjuicio de otros, aunque los que ofrezcan sean más caros.
3) Los laboratorios venden a las boticas autónomas las medicinas a precios más caros porque compran menos unidades, lo que encarece la venta al por menor, en perjuicio de los vecinos de barrio.
4) Las compañías de seguros de salud se la saben todas, con sus letras grandes y sus letras pequeñas, con su burocracia dentro de las clínicas y sus reembolsos a posteriori, etcétera, lo que es de público conocimiento, para perjuicio de los enfermos, que terminan pagando buena parte de las medicinas, porque Jalisco nunca pierde.
5) Los laboratorios peruanos, pocos, no compiten con los extranjeros, por limitaciones del mercado, exclusión de las cadenas de los laboratorios venden a las boticas autónomas las medicinas a precios más caros porque compran menos unidades, lo que encarece la venta al por menor, en perjuicio de los vecinos de barrio.
6) Las llamadas medicinas preventivas de enfermedades de la tercera edad, que recomiendan los geriatras para evitar molestias patológicas en los adultos mayores, que se fabrican en Europa, ni se fabrican ni se importan en el Perú, por lo que los extranjeros que las usan en el viejo mundo se quedan sin ellas si tienen la mala suerte de visitar el Perú.
7) Mafias de delincuentes (¿y alguna vez de policías corruptos?) imponen cupos a las boticas y farmacias, lo que asimismo termina encareciendo las medicinas.
8) Las autoridades correspondientes hacen lo que pueden, que es poco, porque sufren presiones fuertes, tienen su propia burocracia, no alcanzan a fijar normas adecuadas ni a supervisar las que están vigentes, lo que hace que a la larga, el paciente esté abandonado a su suerte.
Frente a estas anomalías del mercado de medicinas, ¿qué hace el ministro de salud? A lo mejor la ñaña del MEF le puede echar una mano.