Por: Jorge B. Hugo Álvarez / A poco de conmemorarse el Bicentenario de la Independencia del Perú, se cierne sobre el país un debacle económico. Todas las estimaciones, incluyendo la del Banco Central de Reserva, redujeron, de manera significativa sus proyecciones. El estimado de decrecimiento de la economía para el presente año, será altamente negativa (-12.5%). Semejante caída, es la más profunda en América Latina.
¿Qué paso?, el coronavirus desnudó las falencias de un modelo económico primario exportador agotado. Pues, sólo habían generado una economía altamente informal (más del 75%), un crecimiento importante del PBI en chiquito, un mercado interno frágil, monopolios, oligopolios, corrupción, componendas, truchos en índices de pobreza y extrema pobreza, etc. Ese modelo se había agotado hace mucho tiempo. Pero nos hicieron creer otra cosa.
Una economía de guerra es inevitable. Entonces, reconstruirlo sobre unas bases más justas, seguras y dinámicas, es un acto heroico. En esa tarea, no caben los chupacabras que lucran con el dolor ajeno, la desgracia humana, la angustia y desesperación del pueblo que lucha para sobrevivir en situaciones adversas.
Ya no podemos vivir con una economía de mercado, tan vacía en contenido de valores, tampoco con una informalidad total. Tenemos que modernizarnos diversificando nuestro aparato productivo. La minería no salvará al Perú, sino la industria manufacturera masiva, la agroindustria, los servicios de calidad, turismo, tecnología e innovación. Es la clave del éxito.
Ya no hay espacio para una economía chicha, desorganizada y poca articulada porque las fuerzas motrices de nuestros emergentes pierden su potencialidad. Urge industrializar el país. No podemos convivir con un mercado interno frágil, débil; tampoco con una enorme brecha en infraestructura, faltos de zonas económicas, perversas exoneraciones tributarias, corrupción, carencia de valores, disciplina, respeto a la ley, exportaciones en franca caída, desempleo y, un sin número de males históricos.
Eso genera temor e incertidumbres en los agentes económicos. Todo eso, nos hace reflexionar sobre el futuro económico de nuestra Nación, porque la incertidumbre mata. El Gobierno de Martín Vizcarra debe convocar la unidad nacional y, a la inteligencia más lúcida, ejercitada y patriótica de nuestra Nación. Tenemos debilidades, pero también fortalezas.
No hay prosperidad económica, financiera y social sin revolución industrial. Eso significa: producción masificada, diversificada con mayor valor agregado tecnológico e innovación. Esta revolución debe ir de la mano con otras paralelas, en educación, salud, seguridad, ciencia, innovación y tecnología. Si Corea del Sur, China, Vietnam, etc. lograron ser economías prósperas, el Perú no puede ser ajeno a estas realidades y/o experiencias exitosas. En una economía social de mercado libre, cada cual corre con la suya.
Por eso resultan antinaturales al mercado, las perversas exoneraciones tributarias, el subsidio directo o indirecto a las grandes empresas, el mercantilismo, los monopolios y oligopolios, etc. La lección está dada; países más pequeños que Perú: Suecia, Noruega, Finlandia, etc. son más prósperas. Si todo peruano leyera la obra cumbre de Adam Smith: La Teoría de los Sentimientos Morales, otro sería el futuro de nuestra Nación.
(*) Abogado penalista y analista político