Por: Jorge B. Hugo Álvarez / La buena nueva para los emergentes del Perú parecería recobrar bríos frente a la esperanza de nuevos liderazgos de mayor solidez intelectual y sensibilidad humana. Hoy conocemos las causas de nuestras desgracias: Una economía profundamente desigual, corrupta, altamente informal, poco diversificada, concentrada, poco competitivo, enorme brecha en infraestructura, espantoso desempleo, pobreza y extrema pobreza, pésima educación, salud y seguridad ciudadana y el invento diabólico de una supuesta prosperidad con un modelo económico que hace bastante tiempo estaba agotado y acogotado.
Es evidente, que nada se construye con improvisación, sino con metas y planificación. Claves para el desarrollo de una Nación. Contamos con enormes recursos naturales y grandes extensiones de tierras abandonadas e improductivas, una biodiversidad extraordinaria, abundante recursos hídricos, etc. y no optamos por habilitar la tarea de diversificar nuestra producción, dándole valor agregado y siendo más competitivos.
Una economía extractivista es una maldición para los intereses de la Nación. Pues, si las pocas grandes empresas extranjeras que operan en nuestro país, no hacen lo suficiente lo que una Sociedad moderna reclama; pues entonces, fomentemos a nuestros empresarios peruanos a convertirse en grandes capitanes de la industria nacional.
La Revolución Industrial debe ser obra de los peruanos y está en relación directa con el pueblo y con su economía. Siempre hemos considerado como la más alta y la más sagrada misión de los emergentes es constituirse en los verdaderos capitanes de la industria nacional. Eso no será posible, si seguimos eligiendo a patrañeros, demagogos, corruptos o vinculados a los corruptos. Tampoco, si los mejores puestos dentro de la administración pública quedan reservadas para los envarados, hijos, nietos, amigos, padrinazgos del poder político y económico.
No se puede construir un País moderno sobre mentiras o cuasi mentiras oficiales. Los resultados son desastrosos. Eso no fomenta la creatividad, tampoco contribuye a la formación sólida de un sistema interiorizado de valores tan requeridos en estos tiempos. No hay buen Gobierno sin decencia, honestidad, transparencia, valores y rumbo definido como política de Estado. En ella, está nuestra razón de sumarnos a este esfuerzo de construir un país moderno, próspero y con justicia social.
Entonces, en esta línea de razonamiento, un líder debe tener visión de país, liderazgo y coraje al pretender industrializar nuestra Nación. Condiciones que no vemos, por ahora, en los actuales “líderes” que tanto promocionan la gran prensa. En ellos, todos son superficialidades, generalidades y más de lo mismo. En condiciones tan adversas interna y externa, se requiere un viraje del rumbo económico de nuestra Nación.
El modelo actual no ha funcionado y todas sus debilidades fueron puestas a desnudo por la Pandemia. Es tiempo de darnos una oportunidad sentando las bases del proceso de desarrollo industrial, vía diversificación productiva. No nos pueden negar la oportunidad de convertirnos en una potencia regional. Allí el ejemplo de Corea del Sur, que en su momento y sin recursos naturales lograron constituirse en un país industrializado manufacturero y tecnológico, diversificando su producción.
(*) Abogado y analista político