¿Qué queda en claro luego de la turbulenta semana de noviembre del 2020?. No se trata, en absoluto, de una interrogante sencilla de responder. La aceleración vertiginosa del tiempo político, incluyendo sus inverosímiles desenlaces, dará paso a mucha discusión, múltiples exámenes y toda clase de interpretaciones. Desde las discursivamente coherentes hasta la penosa sarta de antojadizas, que actualmente bullen por doquier. Creemos que sólo el discurrir de los días nos proporcionará la perspectiva serena para comprender lo sucedido y valorar sus consecuencias, sin traicionar a la realidad.
En lo inmediato y, a título provisorio, podemos extraer ciertas conclusiones que marcarán el derrotero próximo de la coyuntura. La más significativa: ¡El Perú por fin se ha librado de Vizcarra!. Sí y esto es muy importante a pesar de los costos políticos y las evidencias de continuidad vizcarrista en la cúpula gubernamental. Quizá algunos estimen que ello resulta más grave y otros prefieran decir que se intercambió “mocos por babas”, ya que las cosas seguirán iguales. Sin embargo, hay diferencias que no debemos soslayar.
El ex–inquilino de Palacio, jamás lo olvidemos, es un torvo personaje demasiado peligroso para la República. Su carencia de escrúpulos es proverbial, así como su nulo compromiso ético. Por eso no repara en poner en riesgo al país imbricándolo en sus nefastas aventuras políticas. Todo para gratificar sus intereses subalternos. ¡Ahí está su triste historial para demostrarlo!.
De haberse aferrado al cargo, en tanto se acumulaban evidencias delictivas en su contra, la transferencia democrática del poder estaba amenazada. No andaría con tapujos para manipular las elecciones a favor de sus candidatos y librarse de la justicia. Podría haber fraguado una asonada con muchedumbres violentas y, así de ese modo, tener el pretexto para suspender las elecciones o alternativamente distorsionarlas con una “asamblea constituyente contra la política tradicional”.
Sólo eso explica la grita histérica de las viudas vizcarristas porque el TC declaró improcedente su demanda y diluyó las esperanzas del retorno. Por ello, no dudaron en acusar de golpista al mismo órgano que había legitimado sus fechorías, tiempo atrás. Y ahora, sin blindaje, temen que la investigación fiscal por recibir coimas de empresas del “club de la construcción” y Lava Jato, lleve al corrupto moqueguano a la cárcel, más la incautación de sus bienes mal habidos.
En su febril desesperación injuria lo que antes defendió como emblemático, especialmente a la Fiscalía. Y lleno de cinismo pretende postularse al Congreso –contra el que tanto denostó– con el objeto de gozar inmunidad y no pagar por el fétido lodo criminal que lo envuelve todo. Cuando conozcamos la película completa nos felicitaremos por haber escapado de semejante destino gansteril.
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