Las plataformas de contenido audiovisual por streaming se han convertido, en los últimos años, en toda una revolución en el mundo del entretenimiento. Han dado un giro completo a la forma que tienen las masas de consumir series, documentales y películas, haciendo que, no solo la industria del cine, sino el sector televisivo al completo, se replantee los formatos en los que se presentan sus contenidos y se direccionan sus modelos de negocio.
Netflix es la plataforma por excelencia entre estos nuevos gigantes audiovisuales digitales. Es la que todo el mundo conoce, la que todo el mundo utiliza, ha utilizado o utilizará. En definitiva, la referencia. Y lo es, no solo porque fue una de las precursoras de este nuevo movimiento que hizo posible el streaming, sino también porque tiene una parrilla de contenidos impresionante (que se va ampliando y adaptando a las preferencias del público día a día).
El gran problema es que no siempre podemos acceder a todos esos contenidos. Netflix adapta sus títulos a las distintas regiones geográficas en las que opera, tratando de ofrecer un producto diferenciado y ajustado a los gustos y las dinámicas de consumo particulares de cada uno de los países en los que se introduce. Pero claro, eso tiene un inconveniente, y es que si a alguien de un país concreto le apetece ver una serie o una película que pertenece a otra región, puede tener restringido al acceso a la misma por razones geográficas.
Para solucionar este problema, lo que habría que hacer es cambiar la región geográfica en la plataforma. Esto, por desgracia, no puede hacerse de forma automática en la aplicación —la IP detectará tu ubicación y el catálogo quedará limitado al país que corresponda—; tendremos que buscarnos otros medios. La mejor solución, por tanto, es usar una VPN para Netflix. ¿Que, qué es eso? Sencillo. Se trata de una red privada virtual que puede conectar una serie de servidores externos con nuestro dispositivo, solventando de esta manera cualquier barrera que tenga nuestro servidor de Internet, las que afecten a nuestro país o región y también aquellas relacionadas con la geolocalización del servidor de destino. Además, el traslado de la información se hace de forma cifrada, de punto a punto, lo que evita posibles intercepciones y añade una capa de seguridad al proceso. ¿En qué se traduce esto? Pues en que la VPN tiene la capacidad de ocultar tu posición geográfica real, haciendo que parezca que estás conectado desde otra región, aunque tu IP no corresponda a ese lugar. Se trata de una especie de enmascaramiento de tu dirección IP real, que te permitirá acceder a todo el contenido de Netflix estés donde estés.
El problema de todo esto es que la plataforma americana —y otros grandes jugadores del sector— se empezaron a dar cuenta de que esto podía pasar y se han ido poniendo cada vez más estrictos con estas “triquiñuelas” (que, en la jerga especializada, reciben el nombre de geo-spoofing). Si Netflix consigue detectar que estás haciendo uso de una VPN, se acabó el juego: mostrará un error de página cuando intentes cargar el contenido al que quieras acceder y estarás de nuevo en casilla de salida. ¿Cómo lo hace? De una forma que tiene sus grietas: mantiene un registro de direcciones IP asociadas a las compañías que ofrecen servicios de VPN. Si localizan que una dirección IP que está accediendo a la plataforma forma parte de esa lista, la bloquean. Las compañías de VPN más espabiladas están sabiendo reaccionar a este proceso, y se han puesto las pilas a la hora de actualizar asiduamente las IPs que utilizan e incrementar el número de servidores. De esa manera Netflix no puede detectar que se trata de una VPN y no puede proceder a su bloqueo. Ya ves, toda una carrera de galgos en la que solo el más rápido se sale con la suya.
