En un mitin organizado por el gremio de obreros, se hizo presente Alberto Fernández.
Alberto Fernández requiere socios. Su riña con la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, le ha quitado poder de fuego en preguntas tan urgentes como el enfrentamiento contra la inflación y la pobreza. Este viernes tuvo su baño de masas, un poco de viento fresco en su discusión por el poder en la coalición peronista que dirige como mandatario de Argentina. El sindicato de los obreros de la obra, la UOCRA, le organizó a Fernández un enorme mitin de apoyo en su sede al sur de Buenos Aires.
Ahí han estado los referentes de la CGT, la confederación de los primordiales sindicatos peronistas, los históricos, ciertos de los cuales llevan décadas en su puesto. Y además los ministros que son fieles a Fernández, convocados para la situación por el líder de Gabinete, Juan Manzur. Se sumó además Sergio Massa, mandatario de la Cámara de Diputados y tercera pata de la coalición.
En la lista de ausentes han estado los kirchneristas: no participó el ministro de Interior, Eduardo de Pedro, ni el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, 2 hombres de máxima confianza de la vicepresidenta.
Fernández entregó un discurso con tono de campaña y se enseñó bastante efusivo sobre el escenario. Atento a su público, unos 15.000 obreros, habló de mantener el poder del sueldo ante la inflación, que ya roza el 60% interanual, prometió recobrar el trabajo, más medicamentos gratis para los jubilados y proteger a esos que no tienen la posibilidad de costear sus créditos hipotecarios.
“Somos los herederos de Perón y de Evita”, comentó, en un intento por salvar la mística del desplazamiento que representa. “Venimos a conservar los derechos de los que trabajan, somos lo cual preservamos la enseñanza pública, los garantes de la salud pública. Nadie nos va a torcer el brazo”.