Por: Pablo Carranza
– ¿Cómo fue el proceso de apertura de Perú hacia el mundo en la década de los 90’s con Alberto Fujimori?
Fue un paso dado con realismo político y pragmatismo. Perú estaba en el infierno económico, debíamos pasar al limbo para finalmente después aspirar al cielo económico, que fue progresivo. Alberto Fujimori es consciente que cuando asume la presidencia el Perú ya era un país inelegible, un país paria, con la mayor hiperinflación de la historia de América Latina, con una sociedad nacional que vivía la pobreza, la extrema pobreza y con un desarrollo industrial como de los ‘Picapiedras’. Además, con coches bombas y terrorismo, como ya se ha dicho. Entonces Fujimori hace lo que nadie en el Perú.
– A nivel económico ¿Cómo fue?
Llevó adelante el denominado Fujishock, que no fue otra cosa que aplicar medidas radicales económicas que ya las había anunciado, es verdad, el escritor Mario Vargas Llosa, pero lo relevante no es que las haya hecho él, sino que las haya aplicado Fujimori. Entonces, Perú empezó a ser país creíble y al ser un país creíble, entonces comenzaron a volver las empresas que se habían ido, los bancos que se habían ido, el Banco de Tokio, Banco de Londres. El tema financiero internacional cambia porque Perú decide dar el paso drástico seguramente con defectos y virtudes, pero lo relevante es que se dio el paso, porque el problema es cuando no se da, que es más la práctica peruana de siempre, nunca se dio el paso y Fujimori lo dio.
– ¿Cómo contribuyó en eso el hecho de que se implantara una política de libre mercado, algo que iba a contrapelo de lo que se venía haciendo en la década del 70 y 80?
Eso creó las bases para una nueva generación de pragmáticos y liberales en el Perú y por eso fue muy importante la redacción de la Constitución Política de 1993 que superó ampliamente a la del 1979 y que consagró como modelo económico la economía social de mercado, que es la responsable que hoy día tengamos un país con moneda estable, con crecimiento económico, pero además un país que supo posicionarse a partir de ingresar en el APEC, la liga mayor de los grupos de las 21 economías más importantes del planeta. Le cambió el rostro al Perú. De ser un mendigo, lo convirtió en un país rápidamente creíble y empresarial, con una mirada transformadora. Entonces, todo eso cambia en el Perú. Cambia la dinámica por la presión tributaria. Nos acostumbró a que todos teníamos que pagar y a declarar lo que nos producía alguna utilidad. En Perú no había conciencia de tributación, de pago de impuestos. La inmensa mayoría de las personas vivimos en el marco de la informalidad. Con Fujimori todo el mundo empezó a declarar, a aportar y a tributar. Esta conciencia nacional permitió que Perú pudiera tener un dinero con el que levantar escuelas, construir carreteras, abrir pasos para la modernidad, el desarrollo de infraestructura. Es que esas cosas hay que decirlas y no se dicen. La presión tributaria fue muy importante para alcanzar estos cometidos. Y se hizo con carácter, que es lo que siempre digo, que no se tiene en este país, en nuestro país.
– ¿Cuál es la diferencia, de cómo encontró al país el 28 de julio de 1990 a como lo dejó en el 2000?
Alberto Fujimori en términos económicos nos dejó un país, digamos, ya encarrilado, con motor encendido y solamente para seguir apretando el acelerador. Antes de Fujimori no se podía prender la máquina, el auto. Ese era el gran problema. Claro, el último tramo de Fujimori no fue el mejor, porque como le pasa a todos los gobiernos autocráticos, siempre se producen vulnerabilidades y de eso no estuvo exento el gobierno de Alberto Fujimori. Además, con Vladimiro Montesinos vimos el asunto de la corrupción. Hubo una quiebra de la moral nacional, como no, hay que decirlo como corresponde. Pero sigo creyendo que en la balanza, lo que dejó Fujimori en el 2000 fue un país enrumbado versus un país anarquizado y sin rumbo, sin brújula de los 80. Dejó un país con infraestructura avanzada y no como en los 80, que parecía un país de cavernícolas. Hay que decir las cosas por su nombre, no habíamos avanzado nada. Nos dejó un país con credibilidad internacional versus un país paria que recibió, que no tenía amigos en el sistema financiero internacional y al que, cada cierto tiempo, le ponían en la mesa las cartas de intención, como las hacía el Fondo Monetario Internacional y dejó un país con crédito abierto, como para que sea en verdad un país atractivo. Dejó un país donde comenzaron a llegar los flujos financieros y turísticos.