Por Antero Flores-Araoz
Es un defecto humano, que seguramente viene desde la época de las cavernas, tirar la piedra y esconder la mano. Esto es no responsabilizarse de nuestros actos y esconderlos para que no sean identificados.
También es inconducta, aunque menos antigua, la utilización del anonimato para esconder acciones y juicios de valor, así como para proferir infundios, cuando no injurias, diatribas, calumnias y difamaciones.
El ejercicio del anonimato para no dar la cara y ocultarse, es una cobardía, pues incluso podría darse el caso que los hechos escondidos por el anonimato, pudieran ser atribuidos a terceras personas, con las consecuencias que ello pudiera ocasionarles a quienes nada tienen que ver con el tema.
Como vemos hay dos vertientes convergentes, de un lado el ocultamiento de la identidad del ofensor, y por el otro hacer posible que terceros sean digitados como responsables de las pérfidas acciones del primero, lo que agrava la situación.
Desde que se inventó la escritura, quienes la usaron por lo general identificaron autoría, pero otros la utilizaron para emitir libelos, cargados de insultos y procacidades, y también para imputar a otros acciones y omisiones de las que no eran responsables, y solamente con el ánimo de causar daño.
Con el devenir de los tiempos e inventada la imprenta, los escritos que salían de sus máquinas, o señalaban su autoría o la escondían, con lo cual se repetía el mismo fenómeno antes advertido.
Hoy en día y con los avances de la informática y la técnica digital, se han multiplicado las redes sociales, en que se encuentra de todo y para todos, en que se firma autoría al igual que se la esconde, pero por la velocidad en que se difunden los pensamientos en esta era digital, si se expresan mentiras o medias verdades, ellas pueden llegar a millones de personas, con lo cual el daño se acrecienta. Pero si la autoría es escondida el afectado ni siquiera puede interponer acciones legales en salvaguarda de su honor, buen nombre y reputación, pues no sabría a quién querellar.
Cerca del 25% de los hogares en nuestra patria tienen Internet, existiendo aproximadamente quince millones de usuarios de Facebook, cerca de cuatro millones en twitter y una impresionante cantidad en Youtube, con lo cual queda demostrada la vertiginosa rapidez de difusión tanto de las noticias, como también de las mentiras e insultos.
Cuando las falsas acusaciones escudadas en anonimato, provienen de políticos y para agraviar a políticos, ya el tema se torna gravísimo, pues se supone que los políticos están accionando para buscar el bien común que es el de todos, y porque las campañas electorales no deben ser de mutuas acusaciones sino de exposición de planes de gobierno y de los equipos humanos que podrían hacerlos realidad, además de mostrar la factibilidad de los primeros.
Hay otro anónimo que vale tener en cuenta para los políticos que insultan ocultando su identidad, y es la expresión de otro anónimo por su contenido agraviante: “No hay necesidad de pagar para investigar tu árbol genealógico, basta con meterte en política y los oponentes lo harán gratis”.