Ricardo Sánchez Serra
La escandalosa acogida de España al jefe de las milicias del Polisario, Brahim Ghali, sigue echando humo y tensando aún más las relaciones entre el país ibérico y su primer socio comercial del norte de África, Marruecos.
Hace unos días el gobierno español recibió por unas supuestas “razones humanitarias” al sujeto Brahim Ghali, uno de los más grandes criminales del Polisario, imputado por delitos de genocidio, crímenes de lesa humanidad, asesinato, violación, secuestro, entre otros.
Para garantizar su escape de la justicia española y evitar la orden de arresto y captura emitida en su contra por La Audiencia Nacional, las autoridades españolas han autorizado la entrada de un criminal notorio con un pasaporte y una identidad falsos. Un nombre imaginario y un pasaporte “diplomático” argelino.
Con este incidente bochornoso, queda claro que España acaba de caer en la trampa de Argelia, quien solo quiere crear turbulencias en las seculares relaciones hispano-marroquíes. Al régimen militar, le puede valer cualquier artimaña para desestabilizar a su vecino de la región y así exteriorizar sus problemas sociales internos y acallar la juventud argelina del Hirak que sólo pide un Estado civil y un futuro mejor, así como las demandas incesantes y cada vez más insistentes de independencia del pueblo bereber “el kbail”.
España sabe que Argelia tiene una responsabilidad flagrante en el conflicto regional sobre el Sáhara, y que es la parte principal para llegar al arreglo de este diferendo que no hizo más que perdurar a costa de la integración económica, de la paz y la seguridad regionales y de los Derechos Humanos de las poblaciones secuestradas en los campamentos de Tinduf, en el sur de Argelia.
Todos saben que es Argelia quien creó el denominado frente del Polisario, es quién lo financia y acoge sus milicias, les arma y les sostiene diplomática y mediáticamente. Hasta les otorga pasaportes falsos y pone a la disposición de sus títeres dirigentes aviones privados.
Sorprende que un país cómo España se deje engañar tan fácilmente, y aún más cuando no reconoce la autoproclamada y ficticia República Saharaui, cuyo presidente es este sujeto requerido por la justicia española y a la vez hospitalizado en su territorio.
Es irónico que el presidente de Argelia, Abdelmadjid Tebboune, quien estuvo hospitalizado durante muchos meses en Alemania, ofreció asistencia sanitaria al criminal Brahim Ghali, aunque, al parecer, el personal médico argelino no es capacitado para tratar sus problemas sanitarios. Algunas fuentes informaron que, en primer lugar, Argelia intentó trasladar al jefe de las milicias separatistas a Alemania, pero esta última le denegó el pedido.
El hecho de que España lo acoja a escondidas en desprecio de sus propias leyes y del derecho internacional, fue percibido cómo un acto verdaderamente hostil hacia Marruecos, y podría poner en jaque las buenas relaciones de amistad y cooperación que les unen.
Todos recordarán que, en mayo del año 2017, la diplomacia marroquí en su afán de respectar la integridad territorial de los Estados y las buenas relaciones de vecindad con España, rechazó recibir y sostener reuniones con el antiguo presidente de la Generalidad de Cataluña, Carles Puigdemont, sin la aprobación explicita de las autoridades españolas.
Que Madrid se olvide de este buen gesto de Marruecos y considere normal la acogida ilegal de un criminal notorio considerado el peor enemigo de Marruecos, arroja la luz sobre las contradicciones de las mismas autoridades españolas que en su tiempo encarcelaron a los líderes de los separatistas catalanes mientras estaban y siguen apoyando a otras milicias armadas contra un país amigo.
También recordarán que, tras la histórica crisis económica del 2008 que acotó España, Marruecos no dudó en abrir sus fronteras a los productos e inversiones españoles y hasta se convirtió en su primer socio económico.
Este nuevo episodio y acción inamistosa del Gobierno español hacia su verdadero aliado de la región del norte de África, Marruecos, podría costar mucho sino se llega a corregir. Madrid sabe que lo que está en juego es muy relevante para el bienestar del propio pueblo español. La acogida del jefe del grupo armado del Polisario podría hasta perturbar la cooperación judicial entre España y Marruecos, particularmente en materia de seguridad, de lucha contra el terrorismo, la inmigración ilegal y el tráfico de drogas.
Ante la mira de toda la comunidad internacional, España debería rectificar esta situación y detener inmediatamente al sujeto que dejó más de 300 victimas horrorizadas de sus crímenes y abusos. España debería garantizar a todas las victimas la justicia que tanto anhelan y cumplir con su deber de aplicar la ley y el derecho internacional.
Todo el mundo debe darse cuenta de que los separatistas del Polisario son criminales y mercenarios que ejecutan ordenes de los generales de Argelia, cuyas artimañas no podrán perjudicar los lazos históricos que unen a dos países vecinos.
España y todos los países del mundo deberían poner fin al sufrimiento y al calvario en el cual las víctimas del Polisario y de su padrino Argelia, y permitir a las mujeres, niños y hombres secuestrados en el sur de Argelia, en Tinduf, regresar a su madre patria y disfrutar de una vida digna del siglo XXI.