Australia, un país rodeado por los océanos Índico y Pacífico, vive un incendio sin precedentes en la historia mundial, desde hace tres meses, y el propio país ha confesado que no tiene la capacidad de apagarlo.
Seguramente ésta es la primera vez en nuestras vidas que vemos un incendio crepitar incesantemente, durante tres meses, en un mismo rincón del planeta. Se trata de una catástrofe sin precedentes y que puede extenderse a otras partes del mundo.
Los incendios llevan en nuestro planeta 400 millones de años, tanto tiempo como las plantas terrestres. Muchas plantas y animales dependen de los incendios para su ciclo vital. El problema se produce cuando los incendios ocurren fuera del régimen histórico al que los bosques están acostumbrados.
Para los bosques, dicho régimen consiste en que el 1% de su superficie, o menos, arde anualmente. Pero en el estado australiano de New South Wales (NSW) ha ardido un porcentaje mucho mayor en esta temporada de incendios, unas 4 millones de hectáreas, equivalente al tamaño de Extremadura, región occidental de España, límite con Portugal.
Los fuegos en los eucaliptales del NSW, históricamente, se propagan principalmente por la superficie del bosque, mientras que la copa de los árboles quemaba posteriormente Ahora, es inusual encontrar áreas extensas donde se han quemado por completo las copas de los árboles en incendios de alta intensidad.
El factor sequía
¿Y por qué se están produciendo ahora estos incendios sin precedentes? Este año hemos vivido nuevos récords de sequía, así como de temperatura (que es particularmente importante para secar la hojarasca en la superficie del bosque), lo que ha transformado estos bosques en altamente inflamables.
Además, a medida que avanza el cambio climático, la atmósfera se vuelve más inestable. Esto favorece la generación de pirocúmulos, o nubes de humo, que pueden dar lugar a verdaderas tormentas de fuego, como se ha registrado en los incendios australianos.
Urbanismo
Estos incendios crean graves problemas a la sociedad debido a un modelo urbanístico “horizontal” (en casas) y no “vertical” (en pisos). Mientras que en Sidney viven unos 5 millones de personas a lo largo y ancho de 12 mil kilómetros cuadrados, en Madrid hay unos 6,5 millones de habitantes que ocupan unos 5 mil kilómetros cuadrados.
Esto implica que Sidney está dominada por urbanizaciones que en muchos casos colindan con el bosque. Estas zonas son particularmente vulnerables ya que en ellas se concentra el mayor número de viviendas calcinadas, con el consecuente riesgo para la población.
Vivir en estas urbanizaciones no es una imprudencia de por sí: se pueden tomar medidas para disminuir el riesgo de perder la vivienda, pero estas medidas siempre serán una forma de mitigar el riesgo, nunca de eliminarlo por completo y en algunos casos serán insuficientes.
Anualmente fallecen unas 339,000 personas por inhalación de humos de los incendios en todo el planeta. Cabe esperar que, en ciudades como Canberra, la capital del país, nos encontremos con aumentos importantes de fallecidos por este problema ya que esta ciudad ha pasado a encabezar el ranking de las ciudades más contaminadas del mundo.
Salud y economía
Los efectos de los incendios sobre la economía serán igualmente nocivos y se trasladarán a prácticamente todos los sectores productivos. Durante los incendios, el transporte se ve interrumpido y se reduce el consumo, por lo que muchos sectores se ven alterados. Se estima que, con los incendios actuales, el PIB de Sidney disminuya hasta 50 millones al día, lo que equivale al 4% del PIB de la ciudad.
Los incendios se concentran en la época veraniega, por lo que el sector turístico se verá particularmente afectado. Incluso el sector de la aviación deberá adaptarse a esta circunstancia, puesto que los radares que avisan de las tormentas no están preparados para captar las nubes de humo, pirocúmulos, que se desarrollan en estos gigaincendios.
Fauna golpeada
A nivel ecológico, cabe esperar que los marsupios arbóreos sean quienes se lleven la peor parte. Especies como los emblemáticos koalas, o los planeadores, no pueden escapar de las llamas por lo que son particularmente vulnerables. Desconocemos hasta qué punto la vegetación se recuperará tras el incendio. Generalmente, la recuperación es rápida, ya que las plantas australianas son capaces de rebrotar o de regenerar tras el fuego (aunque hay excepciones).
Sin embargo, la sequía extensa que ha precedido a los incendios puede haber agotado las reservas necesarias para rebrotar. Asimismo, la regeneración por semilla puede verse afectada, ya que la intensidad de los gigaincendios ha eliminado los árboles madre (aquellos árboles que sobreviven al incendio y que aportan semillas tras el paso de las llamas).
Europa no está libre
Es indudable que las diferencias entre los paisajes australianos y los europeos son importantes, por lo que es poco probable que aquí experimentemos gigaincendios que duren meses en un futuro cercano. Sin embargo, a medida que se seca la vegetación, aumentará la probabilidad de que se produzcan incendios de estas características en zonas con alta carga de vegetación que, actualmente, están libres del fuego.
Estamos hablando de áreas como los Pirineos o el centro de Europa, que pueden experimentar grandes fenómenos en cuestión de años o décadas, poniendo en riesgo a la población.
Si no combatimos el cambio climático de forma urgente y drástica, cabe esperar que vivamos escenarios parecidos a los australianos en un futuro cercano. Estamos jugando con fuego.