Ayer un juramento, hoy una traición

por | Mar 1, 2019 | Opinión

FERNANDO CALLE HAYEN

Este viejo tango tiene relación con algo que sin duda no solamente está constituida en la historia  bíblica y de la humanidad en todos sus aspectos. Los Estados desarrollados no consideran –sin sanción- en su agenda la mentira, no la conciben por eso es que en algunos artículos en los que señale: Mientes tu, miente él,  esperaba una respuesta intrínseca de Uds;  y me he preguntado, en algunos twitters- que invito siempre a revisar @FernandoCalle_H-  y ahora lo hago con ustedes. ¿Hasta dónde puede permitirse que una persona, un funcionario del más alto nivel mienta ¿Cuál debe ser su frecuencia admitida

En países como Estados Unidos –entre otros-  el perjurio es considerado delito federal y se condena severamente, porque el mentirle a una autoridad puede conducir a otro delito, que es la obstrucción de la justicia, por lo tanto es delito y se condena. “ Qué se puede esperar de un ciudadano que puede mentir con tanta tranquilidad ante todos y hasta ante un Juez? Mentir u ocultar algo en cosas de Estado es agraviar, dañar la moral de su pueblo y tendría severidad en varios campos de sanción; claro la autocrítica vale. ¿Hasta dónde somos ciudadanos, hasta dónde amamos a nuestro país, a nuestro pueblo?

La biblia señala desde tiempos remotos, que la mentira generalmente  iba con la traición; el que miente tanto puede traicionar con facilidad, señalaba Dante Alighieri. En su obra “El Infierno” precisaba que la mentira y la traición  estaba en la cuarta etapa, el lado más profundo del infierno. Naturalmente la traición está calificada en muchos diccionarios e interpretaciones, así como el engañar o no cumplir con lo que se promete a su Pueblo, sin duda es una traición y un engaño doloso.

He visto personalmente hace mucho tiempo en un paro de Louvre a los trabajadores sostener que no levantarían el mismo, porque el ministro les había mentido, éste renunció y reconoció que no debió hacerlo. No recuerdo con precisión un debate interesante en el que  se decía en algún momento que a los que roban –corrupción-  debería de cortarse las manos, me ponía a pensar y traslado a ustedes si eso se aplicase a los altos funcionarios y/o empresarios en vinculación con el Estado. Imagínense ¿cuántas manos ortopédicas se necesitarían?

Sin embargo y ustedes dirán por qué Fernando Calle siempre insiste en esto, porque estoy viendo con indignación como mienten en títulos profesionales y/o académicos, certificados hasta del colegio en el Congreso, en Tribunales Supremos de la Justicia Peruana, presentarse con ínfula de doctorados, maestría y no tenerlos. Personalidades de primer nivel de la política nacional, etc.,  y lo que es más grave, que no pase absolutamente nada. Por eso es que la gente se pregunta: ¿Cuánto nos preocupa los intereses del Estado, de todos los peruanos?.

Quizás por esto en las redes, circula con gran admiración el decreto del libertador Simón Bolívar en la que señalaba en su primer punto que se condenaba a muerte a aquellos funcionarios que cogían dinero del Pueblo del Estado y en su artículo segundo, que corrían la misma suerte los Jueces que no cumplían en aplicar o sentenciar dicha condena. Hoy dicen: Si es inmoral recibí el dinero, pero no es delito. Una señora que iba a ser condenada por narcotráfico se paró en plena audiencia y se fue. NO A LA IMPUNIDAD.


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