Ricardo Sánchez Serra
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, es uno de los personajes más polémicos no solo en la escena mundial, sino en su propio país.
Querido por muchos, odiado por otros, Bolsonaro ha sabido imponer sus políticas –aunque con ciertos choques con su Parlamento- que van desde un resurgimiento de los valores para su sociedad; sus convicciones personales, en los temas de Dios, sexo, familia, educación, patriotismo; y alineación a Occidente.
Su principal virtud es la franqueza y por ello, la izquierda, que nunca le personará que les haya ganado en las elecciones, después de 15 años de desastrosas y corruptas administraciones, traten de ridiculizarlo y desacreditarlo, como los del exmandatario Lula Da Silva, que hoy goza de libertad provisional y tiene que afrontar numerosas acusaciones de corrupción.
En el tema de los incendios amazónicos, los comunistas y sus organizaciones no-gubernamentales (ONGs) le iniciaron a Bolsonaro una campaña nacional e internacional de desprestigio, sin importarles que dañara a Brasil y su soberanía sobre el Amazonas, despertando las retorcidas ambiciones de algunas potencias de pretender apoderarse de sus recursos naturales.
¿Acaso, esas ONGs hicieron lo mismo con respecto a los igualmente lamentables incendios en Australia, California, Siberia, entre otros? No. El objetivo era denigrar al presidente brasileño, quien, dicho sea de paso, combatió eficazmente esos desastres naturales, con el apoyo de las Fuerzas Armadas.
Recién Brasil está resurgiendo de la espantosa crisis económica del 2015, la peor en los últimos 25 años, que se debió principalmente al modelo socialista, factores estructurales y a la crisis política.
Austeridad fiscal y reducción del Estado
Si bien para algunos analistas económicos, el crecimiento de 1.1 % del PBI brasileño en el año 2019, es magro, después de la fuerte recesión la economía brasileña va en buen camino y se espera que para este año el PBI crezca más del 2 % o más si se aprueban otras reformas.
La recuperación económica estaba prometida en el plan de gobierno de Bolsonaro, como sanear la realidad fiscal, las privatizaciones de las empresas públicas (recaudó el año pasado 25 millones de dólares), la reorganización del Estado (como la unificación de ministerios), congelación y reducción de sueldos de funcionarios del Estado, disminución de gastos público, etc.
Como señala la Universidad de Navarra, “ya en enero hubo el anuncio de un ´Novo Brasil´ en el Foro Económico Mundial de Davos, definido por un mayor aperturismo, nula tolerancia a la corrupción y fortalecimiento de América Latina como bloque regional”.
Las medidas económicas condujeron a la reducción del déficit público y del desempleo en general. De otro lado, el Gobierno está concluyendo numerosas obras no terminadas por anteriores administraciones, como carreteras, aeropuertos y ferrocarriles.
La reforma de las pensiones fue un gran éxito de Bolsonaro y que permitirá ahorrar al Estado, cerca de 200 millones de dólares en diez años. Por otra parte, gracias a la confianza que brinda la actual administración, los ingresos por turismo en el 2019 aumentaron a 51. 493 millones de dólares y crearon 35 692 nuevos empleos.
Del mismo modo, es importante resaltar la caída de la tasa de criminalidad en 22 %. Medidas, como la integración de las fuerzas de seguridad y reformas en el Código Penal para darles más poder en su accionar, aislamiento de los jefes de bandas, y endurecimiento de las penas para delitos por crimen organizado, corrupción y crímenes violentos, están dando muy buenos resultados.
En el tema educativo, el mandatario, muy preocupado por la baja calidad de la enseñanza en muchos centros de estudios (en las pruebas PISA, los estudiantes están en los últimos lugares en matemáticas y comprensión de lectura), ha instituido los colegios cívicos militares, con rígida disciplina y mejora académica. Los padres de familia hacen cola para inscribir a sus hijos en dichas escuelas.
Finamente, como señaló el presidente: “Hemos terminado el 2019 sin ninguna denuncia de corrupción, el mundo volvió a confiar en Brasil y el sesgo ideológico dejó de existir en nuestras relaciones comerciales internacionales”.