RICARDO SÁNCHEZ SERRA
Resulta alarmante que los medios de comunicación otorguen importancia en demasía del descenso de la popularidad del presidente Martín Vizcarra.
No es nuestra intención “matar” al correo, que son las encuestadoras. Pero sí debe haber una gran responsabilidad en no magnificar esos sondeos, que para nosotros es irrelevante, porque no se gobierna a medida de las encuestas.
“Es la fotografía del momento”, nos dicen hasta el cansancio. Pero los peruanos deben ser conscientes que el mandatario tiene tres meses en el gobierno, que recibió en crisis profunda, con todas las instituciones desprestigiadas y todavía se le exige rapidez en la resolución de los problemas, que no solo vienen de años, sino que el aparato burocrático y anquilosado lo impide. Y peor todavía que se reclama insensatamente.
El escándalo, más la impaciencia, pone en peligro la democracia y alienta aspiraciones políticas radicales.
Vizcarra es una persona decente, su trayectoria es honesta e hizo un buen gobierno en Moquegua. ¿No nos gusta que sea así? ¿O es su manera de comunicarse que no atrae?
Que al gobierno lo sostiene la mayoría parlamentaria. ¿Y? Además no solamente ella, sino todo peruano que no desea un gobierno fallido. Creemos que a ningún buen peruano le conviene que Vizcarra fracase, no solo sería un retroceso, sino una mala señal al exterior. Que deba entenderse con el Congreso es un imperativo para la gobernabilidad y nadie lo debe ver mal.
El lenguaje del presidente es conciliador, pero parece que no es nuestra costumbre. ¿Se prefiere una persona autoritaria con lenguaje duro? Paniagua era la bondad personificada y muchos creían que lo iban a mangonear. Hasta que le tiró el teléfono a Nicolás Lúcar y lo respetaron y admiraron.
Habrá que aconsejarle al presidente que de repente un ¡carajo!, bien pronunciado y merecido a alguien, sea la solución para el cambio de imagen y la aceptación presidencial.