PROF. PEDRO GODOY P.
SANTIAGO DE CHILE.- Los comportamientos funestos son propios de cierto segmento de la clase baja. Se manifiesta en frases como: «le doy a los niños todo lo que piden. No quiero padezcan las privaciones que soporté a la edad de ellos».
La infancia proletaria … no bebe agua. Debe ser Coca Cola y a cualquier hora. Es frecuente ver a niño o niña exigir en la calle esa bebida de fantasía. De la petición se pasa al berrinche y hasta a retorcerse en el suelo.
Los progenitores -ya chantajeados- acuden al negocio más próximo y adquieren la botella. Así compran la obediencia inclinándose ante la «mocosocracia».
Después habrá exigencia de zapatillas de marca, computadores sofisticados y entradas a espectáculos de alto costo como Lollapalooza o presentación de cantante de moda. Cada boleto no baja de $50 mil pesos.
Otro comportamiento es «quiero que mi hijo estudie, para que sea más que yo». El padre -carpintero, yesero, albañil, gásfiter, mecánico, etc.- no capta que con ella se confiesa «menos» que el retoño abdicando a su rango. Al «portento» se le obsequia 8 años de básica y 4 de secundaria con el «cuatrito filatrópico».
Su condición de alumno le da luz verde para eximirse del trabajo. Mira, pero no admira a sus padres. Ya es «más» que ellos. La concurrencia a clase le proporciona fuero. La madre es escudo. Lo enaltece permitiéndole dormir hasta el medio dìa los fines de semana y asuetos.
Lo festeja al finalizar el «4º medio». Si sacude la modorra se matricula en alguna U. No interesa lo que estudie lo importante es que ya está «adentro». Consolida así su condición de «más».
Se trata de una movilidad social vertical ascendente que está influida por la TV y el dinero plástico. Imágenes de la «pantalla chica» empujan al consumismo desenfrenado y a soñar con viajes, mansiones y vehículos y también legitiman piercing, tatuajes, sodomía o drogas.
El crédito fácil que supone endeudamiento les acerca vestuarios y artefactos. El asistencialismo fiscal es otro factor de desorientación. Por ejemplo, ahora las casas no se construyen ni compran, sino «salen» en tal o cual barrio. Así sin trabajo duro, disciplina, emprendimiento y ahorro «patipelados» y «machucas» se proclaman miembros de la «clase media». Ignoro cuál es la situación en otros países, pero lo anotado es válido aquí y ahora.