Por Francisco Diez-Canseco Távara
No todos los años una institución cumple un cuarto de siglo, menos aún en el escenario turbulento en el que, en la Defensa de Principios y no de Intereses -nuestro lema- le ha tocado al Consejo por la Paz desarrollar sus actividades protegiendo en forma auténtica los Derechos Humanos y luchando por la democracia, las libertades públicas y contra la corrupción y el terrorismo.
Al saludar la iniciativa auroral y antes de la expedición de la ley de creación de nuestra institución, el Cardenal Landázuri me felicitó pero me dijo: ”El único problema es que en nuestro país a todo el mundo le gusta poner la banderita en el mástil”.
Cuanta razón tenía: he visto como, debido a nuestra permanente posición principista que nos llevó a condenar el autogolpe de Fujimori y los abusos y actos de corrupción de su régimen -aprobando, sin embargo, la acción armada legítima contra el terrorismo- nos convertimos en una entidad incómoda para ese gobierno que bloqueó toda ayuda de la cooperación internacional e intentó estatizarnos el 2000 durante la Mesa del Diálogo de la OEA.
Y qué decir de los caviares, permanentes enemigos del Consejo porque en nuestra Declaración de Ayacucho proclamamos que los terroristas son los primeros violadores de los Derechos Humanos cuando las ONGs y los voceros de estos seudo defensores de los DDHH siempre han protegido a los terroristas.
Por ello, en el fallido proyecto de ley presentado al Congreso por la llamada Comisión de la Verdad y Reconciliación para crear el Consejo Nacional de Reparaciones insertaron un artículo final derogando la ley del Consejo por la Paz porque no servía “a sus fines”.
Claro, para ellos, marxistas y totalitarios, era inaceptable que el Consejo por la Paz haya recusado su afirmación de que Sendero Luminoso es un “partido político” intentando legitimar a lo que no es otra cosa que una banda terrorista.
Hoy seguimos dando la gran batalla de los principios realizando Jornadas por la Paz en colegios ,universidades y otras instituciones para rescatar los valores que se han ido perdiendo en nuestra sociedad, trabajando siempre, como lo hacemos desde hace 25 años, en forma ad honorem.