Por Francisco Diez-Canseco Távara
Luego de la extraordinaria victoria del Perú en el campeonato de Fútbol 7 Femenino de las Américas, la mejor jugadora de nuestro equipo, la “Peque”, Emily Flores, fue interrogada sobre como sobrellevaba el cansancio en pruebas tan duras.
Y la “Peque” respondió, para honra y ejemplo del Perú: “Cuando las piernas no me daban, con el corazón”. Y así lo pudimos percibir en el caso de ella y de todas las magníficas jugadoras peruanas que ganaron invictas el certamen, derrotando en la final 3 a 1 al equipo de Brasil cuya estatura era mucho mayor pero que no pudo enfrentar con éxito el corazón enorme de nuestras -y lo sentimos muy cerca- luchadoras.
Ese es el espíritu que debe animar a los peruanos no sólo en las lides deportivas sino en la diaria competencia por una vida más digna, dentro del marco de un trabajo productivo y honesto que rechace cualquier forma de corrupción.
Ese es, insisto, el espíritu transparente que debe impulsar a nuestra juventud para que se enrumbe por el camino de la superación con responsabilidad social y amor por una Patria que es nuestra fuente de sustento y cuya historia y tradiciones debemos respetar y practicar.
Tenemos todos que trabajar en el rescate de valores que se han venido perdiendo pero que se encuentran presentes en el alma de la inmensa y silenciosa mayoría que encarna la “Peque” y que refleja porque podemos tener la esperanza concreta de sacar adelante al Perú con la limpieza, corrección y eficiencia que nos ha negado durante las últimas décadas una pandilla de políticos inescrupulosos y corruptos.
La coyuntura difícil por la cual atravesamos es el momento preciso para iniciar una gran transformación, una verdadera Revolución Pacífica que liquide la etapa de los Años de la Corrupción y restablezca una política basada en la formula aristotélica del bien común: nunca más el ejercicio del Poder al servicio de intereses personales o de grupo sino en función de las prioridades de nuestra Nación.