Por Francisco Diez-Canseco Távara
La llegada de Hugo Chávez al Poder en Venezuela se produjo como consecuencia de la corrupción e ineficiencia de políticos como el ya fallecido Carlos Andrés Pérez -viejo mentor de Alan García- quienes dejaron el camino expedito para la llegada del mal llamado “socialismo del siglo XXI”.
En el Perú, el primer intento chavista fue protagonizado por Ollanta Humala quien ganó la primera vuelta con sus tesis extremistas -y con plata de Chávez- y luego se desplazó a la derecha para poder llevarse la elección. En esa ocasión, contó con el apoyo de Mario Vargas Llosa, siempre llevado por sus odios personales.
El peligro que corre hoy el Perú es que, como consecuencia de la gravísima crisis institucional por la que atravesamos, los extremistas cercanos a Maduro y a los Castro -como Verónika Mendoza, Marco Arana y Gregorio Santos- pretenden llevar agua a sus molinos con el cuento de que es necesaria una nueva Constitución para terminar con la corrupción que para ellos – que podíamos esperar- es generada por el propio sistema y no por la inmoralidad o amoralidad de los políticos que lo manejan.
Salvar al sistema de esa amenaza implica un cambio de gran magnitud que demanda la presencia de nuevos actores que reemplacen a los viejos jugadores que, desde el inicio de la Era de la Corrupción durante el primer gobierno de García Pérez, han venido mangoneando al país con el record mundial de 5 presidentes vinculados a la corrupción durante los últimos 33 años.
A ello se suma la aparición de “partidos políticos” formados paradójicamente por plutócratas universitarios o, como ellos, meros arribistas políticos, que creen que con mucho dinero, pocas ideas, cero ideales y harta inmoralidad se pueden llegar al Poder para satisfacer ambiciones personales o de grupo sin interés alguno por la solución de los graves problemas que aquejan a nuestro país.
Frente a ello, las elecciones municipales y regionales de Octubre constituyen un gran reto para la ciudadanía que, según parece, en un 55 por ciento aún no decide su voto precisamente por la coyuntura existente.
Y tengo la convicción de que esta vez, por fin, lo hará acertadamente votando en contra de los corruptos y de los falsos profetas del marxismo.