Las fresas contienen un tipo de antioxidante conocido como antocianinas que, tras ser asimilado en el organismo, ayuda a mejorar la salud cardiovascular.
Esta sustancia disminuye el nivel de inflamación de los tejidos y, de paso, baja los niveles de colesterol y triglicéridos.
Contribuye a reducir el riesgo de hipertensión, ya que aumenta la elasticidad de las arterias y evita las obstrucciones.
Incluso, su consumo dos o tres veces a la semana puede disminuir las probabilidades de padecer infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares.
Las fresas
Las fresas nos brindan un asombroso 129 por ciento del valor diario en vitamina C, bien conocido por combatir infecciones, pero también contienen manganeso y folato, así como potasio y su encima co- factora, superóxido dismutase. Bajo en calorías y grasas, las fresas son una rica fuente de antocianinas, elagitaninas, flavonoles, terpenoides, y ácidos fenólicos y elágicos, todos los fitonutrientes, que juntos multiplican el potencial anti- inflamatorio. Poseen en abundancia minerales como el cobre para el buen desarrollo de células rojas, así como fluoruro, hierro, y yodo.
Aparte de ser anticancerígenas, las fresas también contienen componentes que potencialmente pueden ayudar a combatir enfermedades neuronales así como rasgos de envejecimiento. Más aún, la actividad antioxidante contra los radicales libres es sobresaliente en las fresas, como es su habilidad de nivelar los niveles de glucosa en la sangre.
Las hojas y las raíces de la fresa
Son diuréticas y antirreumáticas, aunque para que sea realmente efectivo tendríamos que tomar entre tres y cuatro tazas al día.
Tienen cierto efecto antiinflamatorio que puede actuar sobre el intestino y, en el caso de raíces cocidas, sirve para disminuir las inflamaciones artríticas.
Son astringentes por lo que beber su infusión, especialmente si es de hojas secas, es útil contra la diarrea.
Las hojas machacadas y aplicadas sobre la piel constituyen un buen remedio para evitar las arrugas.