Poema de Lilly Reiss
Desparrama su cuerpo,
en el tímido ángulo
de las formas.
Su ovalada cabeza,
decide ocupar un sitio
en el limbo.
Él no sabe que puede llorar.
Se corona en la sátira breve, de su instante.
Estira sus esbeltas piernas
y de un suspiro calla a la farola,
que silenciosamente guarda sus ideales,
que parecieran el castigo de sus recuerdos.
Como persianas azuladas,
deja caer sus párpados
que no saben cómo acomodarse.
Algunos surcos en el rostro
y unos cuantos plateados hilos,
que cuelgan de su escasa cabellera,
le recuerdan, que no puede tardarse más.
¡Aunque a gritos imploren sus lagrimales!
Él cree que no puede llorar.
Se confiesa ante sus tres cómplices,
a la hora que la luna se desliza.
Ellas se contraen cada ocaso,
para darle un sitio cómodo a sus anhelos.
¡Verdosos algodones,
que transitan embriagados
por las grutas
de los callados pensamientos…!
Y en gran conversación,
la corbata cuelga agotada,
descifrando
con su inseparable saco,
los reencuentros y desencuentros
del día.
Las urgidas medias,
se arrastran hasta el lavadero
y solo piensan en refrescarse.
Los zapatos se curan las heridas,
que a su paso adquirieron.
Uno de ellos, lucha por sacarse
una blanca tachuela,
que se filtró en su andar.
La correa bosteza y harta
de permanecer encorvada,
se estira y queda extendida,
en medio de la alfombra canela.
La camisa de la suerte,
excitada por su triunfo,
se alquila el traje de la derecha.
¡Vanidosa, se exhibe ella, en el transversal espejo…!
Fatigado, él deambula
por las escaleras,
se enciende un Marlboro rojo.
Y con la costumbre a sus pies,
mira la típica neblina limeña,
que lo induce a crear estrellas,
a inventarse arcángeles y mares.
Ella se acerca,
le desviste los amaneceres,
que suelen dormirse en su espalda.
Y entre los impredecibles reflejos,
ella le roba, una que otra sonrisa.
¡Él cree que no puede llorar…!
Y retiene en sus bolsillos,
el Otro poema de los dones.*
Algunas letras de los Beatles,
que pululan en su inconsciente…
Y un espejo, que lo saca
de vez en cuando,
para recordar quién es.
*Borges
Fotografía fuente Camelia Dina Dervily