Por Juan Sotomayor
Con los resultados obtenidos en el referéndum se abre una nueva etapa de la vida política del país. El respaldo a las iniciativas planteadas por el gobierno de Martín Vizcarra, le otorgan un mejor posicionamiento que debe ser aprovechado para crear las condiciones más favorables para el fortalecimiento de las instituciones que conforman el sistema democrático. Ese sería uno de los legados más importantes que nos podría dejar el gobierno actual. .
El resultado del referéndum es una buena oportunidad para consolidar el diálogo como herramienta de recomposición del sistema, tan venido a menos con los escándalos que semana a semana no dejan de sorprendernos. El liderazgo del gobierno es importante y así lo ha entendido el Presidente, quien a través del mensaje a la Nación emitido esta semana, confirma su intención de ponerse siempre un paso adelante en las tan necesarias reformas políticas.
Sin embargo, sería un grave error del gobierno pretender mostrarse como el único ente capaz de proponer alternativas viables para fortalecer nuestra democracia. Liderar el proceso de reforma no es lo mismo que imponer sus posiciones y se debería evitar que, por el fondo o por la forma, la ciudadanía asuma esa percepción.
En ese sentido, son varias las acciones que debería adoptar el gobierno. Darle participación a la ciudadanía a través del referéndum es una opción que le ha dado buenos resultados, pero no puede realizarse con mucha frecuencia. Toca ahora convocar a todas las fuerzas democráticas para un diálogo sensato y armonioso. Pero ese diálogo no puede ser solo con los partidos que tienen representación en el Congreso, que dicho sea de paso, son los más golpeados en la actual coyuntura. Si realmente quiere ser democrático, es imprescindible que en el diálogo se considere a todas las agrupaciones políticas de nivel nacional que cuentan con inscripción vigente en el Registro de Organizaciones Políticas del JNE.
El diálogo con los gobernadores regionales y alcaldes es otro mecanismo que ya existe, pero más allá de las buenas intenciones, no ha generado un impacto visible en el proceso de descentralización y en el desarrollo de las provincias y distritos con menos recursos. Aquí tiene el gobierno otra importante posibilidad de conectarse con las reales necesidades del país.