DILEMA: REVIVIR O SEPULTAR

por | Sep 1, 2019 | Opinión

                          DILEMA: REVIVIR O SEPULTAR

      Por Antero Flores-Araoz

Diríamos que es casi axiomático, que el desarrollo de las naciones y la elevación del nivel de vida de sus poblaciones depende mucho de la calidad de la educación que reciben, ello desde la inicial pasando por la primaria, secundaria, técnica, pero principalmente la universitaria.

Como quiera que el Estado es el primer llamado a instruir a sus ciudadanos desde la corta edad, pero no ha podido abarcar al cada vez más creciente alumnado, la actividad privada fue colaborando en la difícil tarea educativa, tanto desde instituciones asociativas como también societarias, debiéndose destacar las contribuciones de las diferentes iglesias y credos religiosos.

Evidentemente la calidad de la instrucción otorgada sea desde el Estado o desde el sector privado, no ha sido pareja y ello se ha observado en mayor medida en la educación superior universitaria, al testearse las posibilidades de empleabilidad de egresados y graduados.

En el ánimo de buscar solución a la enorme brecha entre buenas y malas universidades, pues hay de ambas clases, se dictó una nueva Ley Universitaria cuyo objetivo primordial es la elevación de la calidad educativa de nuestros claustros universitarios, tanto públicos como privados.

Con dicha finalidad fue creada una autoridad del Estado que se encargase de promover la elevación del nivel de enseñanza para lograr educación de buena calidad y superar las famosas clases de únicamente “pizarra y tiza”. además en la universidad debe existir innovación en áreas técnicas como en humanidades, a fin de que se contribuya con el desarrollo del país.

La autoridad a la que nos referimos es SUNEDU, que como toda obra humana no es perfecta, pero tiene tanto virtudes como defectos, pudiéndose superar estos últimos, que han sido advertidos en el proceso del licenciamiento. En efecto la nueva Ley Universitaria partió de la base de que todas las universidades requerían de una nueva autorización para su funcionamiento, la que sería otorgada únicamente si reunían las condiciones necesarias para ello, tanto en infraestructura, curricula educativa, planta académica y administrativa, bibliotecas, laboratorios, facilidades extra curriculares y, en fin, todo lo que un buen centro educativo debe mostrar y acreditar.

Hasta allí, todo muy bien, pero el dilema es el papel que debe cumplir la autoridad estatal de supervisión de universidades que, sin chocar con la autonomía de ellas, puede revivir a las universidades objetadas o simplemente sepultarlas.  Lamentablemente no en todos los casos ha actuado SUNEDU como artífice de ayuda para que las universidades superen el reto de lograr su licenciamiento. Hay casos de aplicación del fácil recurso del no licenciamiento, esto es el cierre del plantel universitario. En vez de extender una partida de nacimiento se suscribió la de defunción, con lo grave que ello significará para el alumnado.

Creemos que el papel de SUNEDU, para lograr la deseada elevación de la calidad universitaria, debería ser acompañando a las universidades con voluntad de cambio, en el proceso de licenciamiento para que progresivamente alcancen el nivel satisfactorio. Aún estamos a tiempo de rectificar su comportamiento.


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