Por: Martin Valdivia
Da risa cuando los rojos y caviares se pintan como los adalides contra la corrupción. Ellos son tan sensibles al dinero fácil como cualquier mortal sin escrúpulos. Ellos se rasgan las vestiduras en público cuando entre bambalinas suman y restan números provenientes de sus amigotes en el poder. Eso ha pasado con Susana Villarán y su cohorte de caviarones y ello pasa con Gregorio Santos, el hombre que pretendía instaurar un gobierno chavista en el Perú en base a un discurso trasnochado que la historia y la práctica misma han desterrado.
Ciertamente Santos tiene una serie de delitos cometidos durante su gestión como gobernador de Cajamarca, pero el delito más grave que ha cometido no sólo contra su propio pueblo sino contra todo el Perú, fue el haber encabezado la rebelión contra la minería formal durante la época en que le tocó ser autoridad, oponiéndose a un proyecto que, como el de Conga, iba a generar ingentes recursos económicos a la zona y sacar de la pobreza a esa vasta región del país.
Envalentonado, Santos (que no le hace para nada honor a su apellido), le hizo la vida a cuadritos a Ollanta Humala, a quien sindicó como “traidor” a los principios nacionalistas y lo pechó más de una vez “aconsejándole” que denuncie la Constitución actual y la cambie por una nueva acorde a sus principios. Santos hizo y deshizo en Cajamarca, junto a otro antiminero como el ex cura Arana, sepultando para siempre el desarrollo de esta zona del país que hoy padece de una economía pujante como hace una década.
Santos tiene un rosario de denuncias que hoy lo ponen al borde de una condena de 19 años y 4 meses por los siguientes delitos: colusión agravada a 8 años de cárcel, colusión simple a 4 años de cárcel y asociación ilícita para delinquir con una condena de 7 años y cuatro meses de carcelería. Según el procurador Amado Enco, las penas se suman, lo que significarían los 19 años y cuatro meses bajo la sombra.
Por ahora Santos se encuentra como no habido. Al enterarse que lo prenderían se puso a buen recaudo y se ha escondido de la justicia. Otro impresentable como Vladimir Cerrón afirma que se “solidariza” con él, ya que esta sentencia“no deja de tener su génesis en la defensa de Conga” (sic). Como se dice por ahí, Dios los cría y ellos se juntan. Nada de qué sorprenderse entre los rojos, cuyo espíritu de cuerpo no les hace ver más allá de sus narices. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.