Por: Carlos Linares Huaringa
Twitter: @carloslinaresh
Ha sido interesante ver la reacción generada la semana pasada tras la difusión de un audio en el que el juez supremo César San Martín llamaba «hermano» a Walter Ríos y le pedía «presionar» a una jueza para agilizar un trámite familiar.
Aquellos que antes metían en el mismo saco a todos los mencionados en las grabaciones, sin hacer una diferencia clara en torno a si había ilegalidad, falta ética o simple coprolalia en lo que se escuchaba, pasaron a ser justificadores de un acto indebido y los más arduos defensores del «caso humano» por el que había abogado el magistrado en cuestión.
En su columna, Augusto Álvarez Rodrich afirmó que aunque «está mal» lo hecho por San Martín «la situación dista mucho de la conclusión festejada por varios, como la de un diario que ayer tituló en portada ‘Audio hunde a juez caviar’, y no es, en modo alguno, comparable –como pretenden algunos– con lo hecho y dicho por jueces como Ríos o César Hinostroza».
El diario al que alude AAR es LA RAZÓN y debemos aclararle algunas cosas. Primero, no festejamos la situación, por el contrario, nos indignó y la condenamos, porque evidenció el uso del cargo para obtener un beneficio propio. Y esa misma postura es la que hemos expresado ante grabaciones anteriores en las que se han constatado delitos o faltas éticas.
Segundo, no hemos comparado la situación de San Martín con la de ninguno de los otros involucrados en este escándalo. Ello debido a que consideramos que cada caso tiene características particulares, y cada uno tendrá que responder por sus actos.
Tercero, ratificamos plenamente nuestro titular de portada porque este audio ha mostrado cómo, desde una posición de privilegio (la de San Martín), se maneja la justicia. Eso es una realidad, más allá de que los amigos y seguidores del juez supremo intenten decir lo contrario, relativizando su responsabilidad, por simple conveniencia política o ideológica.
Serán las autoridades correspondientes las que determinen si cometió tráfico de influencias (como aseguran Ghersi y Quiroga) o no (como señalan otros), pero lo cierto es que actuó indebidamente.
Imaginamos que AAR hubiese preferido que el tema sea pasado por agua tibia, como ocurrió en el medio en el que escribe, o ignorado completamente, como pasó en varios otros. Sin embargo, ese doble discurso no lo iba a encontrar en nuestro diario.
Denunciar el hecho, pedir que sea investigado y que se apliquen las sanciones que correspondan, es lo mínimo que se debe hacer en este caso y ello no debe de incomodar a nadie.