El candidato republicano se adelanta al final del recuento y celebra su regreso a la Casa Blanca en Florida: «Hoy comienza una nueva era dorada para EE. UU.»
Cuando estuvo a punto de alcanzar los 270 votos electorales necesarios para su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump apareció ante miles de simpatizantes para celebrar lo que muchos consideraban impensable: su vuelta al poder, tras cuatro años, cuatro imputaciones penales, una insurrección, un veredicto de culpabilidad por 34 delitos graves y dos intentos de asesinato. Este martes, el exmandatario logró lo nunca visto, demostrando una vez más su capacidad de resiliencia frente a las adversidades.
El martes, poco antes del cierre de los colegios electorales, Donald Trump —quien, al jurar el cargo, será el presidente más viejo de la historia a sus 78 años— denunció falsamente un supuesto fraude electoral en tiempo real, específicamente en Pensilvania, el estado clave por excelencia, y en Detroit, la ciudad más poblada de Míchigan, otro territorio decisivo. Aseguró que la policía estaba en camino para frenar lo que describió como una conspiración. Sin embargo, no fue necesario recurrir a esos rumores infundados: su victoria se fue haciendo cada vez más evidente conforme avanzaba una jornada larga, mientras los seguidores de Joe Biden comenzaban a perder la esperanza. Cuatro años antes, Trump también había salido a proclamarse vencedor alrededor de las 2:30 a. m., aunque en esa ocasión aún quedaban millones de votos por contar. Tres días después, quedó claro que había perdido, una derrota que, hasta hoy, no ha aceptado públicamente.
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Todo parece indicar que, en esta ocasión, Donald Trump entendió mejor las preocupaciones de los votantes y que, al final, triunfó el mensaje apocalíptico que delineó a lo largo de su impredecible campaña. Una campaña en la que sobrevivió a dos intentos de asesinato y que, con el tiempo, fue adquiriendo un tono cada vez más sombrío y violento. La imagen que pintó de Estados Unidos fue la de un país con fronteras abiertas, invadido por el “crimen migrante”, mientras las familias de la clase media luchaban contra el alto costo de la vida y un gobierno demócrata incompetente, incapaz de manejar los problemas internos y de calmar las tensiones internacionales. En sus discursos, Trump prometió detener “las guerras” y resolver él solo los grandes problemas del país, incluidos la inflación y la crisis migratoria, esta última con una «deportación masiva sin precedentes». A pesar de la naturaleza polarizadora de su mensaje, parece haber logrado conectar con aquellos que se sentían abandonados por el sistema y desilusionados con el actual liderazgo.