Por Francisco Diez-Canseco Távara
Pocas veces he visto una definición mejor hecha sobre la dictadura castrista en Cuba que la formulada por el Secretario General de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, en un discurso en el que señala que la recuperación de su soberanía por parte del pueblo de Cuba es fundamental en un Continente que definitivamente debe erradicar las violaciones de Derechos Humanos y la existencia de regímenes que hacen insostenible la vida de su población.
Estas palabras son obviamente aplicables, sin ambages, al oprobioso gobierno de Nicolás Maduro aún reconocido como legítimo por otros estados totalitarios y violadores de las libertades públicas como Rusia y China y la propia Cuba, subsidiada por los venezolanos desde hace muchos años.
El doble discurso de la izquierda marxista sigue siendo evidente: hoy invocan el principio de la no intervención para apoyar a Maduro pero cuando han habido políticas intervencionistas emanadas de regímenes comunistas o con los que guardan coincidencias – como el del ex comunista Putin en Rusia – se han hecho la vista gorda o las han apoyado, véase el caso de Siria, por ejemplo.
Recuerdo muy bien cómo, en una comida privada realizada durante el segundo gobierno de Fujimori, un prominente miembro de la izquierda caviar peruana pidió a un alto funcionario del Departamento de Estado norteamericano la intervención de los Marines para erradicar la dictadura.
Es la misma gente que ahora reclama, como López Obrador en México, la aplicación de la Doctrina Estrada propugnada desde 1930 para rechazar la expansión del imperialismo yanqui en América Latina, para el caso venezolano corresponde a una situación totalmente diferente.
Como lo ha precisado Almagro, es hora de actuar en forma multinacional frente a esas dictaduras que hambrean sin escrúpulos a sus respectivos países mientras sus cúpulas corruptas y delictivas se enriquecen a través del narcotráfico y de lo que ellos supuestamente rechazan: la explotación del hombre por el hombre.