Por: Lilly Reiss
Cuando el equipaje
que soporta la memoria
se excede.
Las voces se compactan y se convierten en distraídos ecos como alguna vez lo describiera Benedetti,
“el eco es el espejismo y el espejo es un eco. También es un puente entre el olvido y la memoria.
Si uno llega a sentirse esclavo de la tristeza, el eco llora y el espejo también. El eco es después de todo una respuesta de la pobre alma, que soporta aromas y fatigas, cercanías y distancias.
Con el eco uno entiende más o menos porque está hecho de sumas propias y restas ajenas. Suele traer consigo una cosecha de vecindades, porque el eco se contagia de otros espejismos.”
Y después de todo,
uno quisiera pararse de cabeza,
sacar a los fantasmas
y dejarlos tirados
en aquel sofá naranja.
Dejarlos amablemente,
para que se estrujen tantísimo
que se esfumen y se incumban,
a la naturaleza de los matices.
Y después,
poder desafiar a la silla
que mantiene por horas el equilibrio,
casi invocándole a los lapsus
sus propios desvaríos.