Por Martin Valdivia Rodriguez
A las empresas brasileñas de la construcción habría que llamarlas “los midas de la corrupción”, pues todo lo que tocaban lo convertían en oro para ellos, no sin antes pagar inmensas coimas a cuanto gobernante se le cruzaba en el camino. Y este insano ejercicio no sólo lo practicaba Odebrecht, sino otras tantas como OAS, Camargo Correa, Queiroz Galvao y Andrade Gutiérrez. Es decir, para ellos la sana competencia no existía pues sus mega obras estaban ya aseguradas mediante el dinero sucio y la componenda. El negocio redondo.
Y para bien o para mal, los peruanos vamos descubriendo qué tipo de autoridades tenemos y cómo la angurria por el dinero fácil se va tumbando íconos que muchos consideraban intocables, prístinos e incorruptibles, provocado una crisis política de insospechadas consecuencias. Hoy se reconfirma que el ex alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio, también habría sucumbido a los vaivenes del dinero brasileño, facilitando las operaciones de OAS durante su gestión.
Un colaborador eficaz fue el encargado de corroborar lo que ya se sabía desde hace unas semanas. Incluso desde esta columna ya habíamos opinado al respecto, pero no deja de sorprender cómo es posible que ninguna autoridad de este país pueda salir con la frente en alto y decir “yo no sucumbí ante el dinero de las constructoras brasileñas y aquí me tienen, libre de culpa y orgulloso de mi gestión”. Nadie, o al menos, muy pocos.
Lo de Castañeda Lossio cierra con triste epílogo lo que comenzó la señora Susana Villarán. La Municipalidad de Lima fue en buena cuenta una nutrida caja de pandora que no terminará de cerrarse mientras no conozcamos de fondo todo lo que tiene de sorpresa. La pregunta es si Castañeda sólo recibió 220 mil dólares de OAS o permitió que otras constructoras de habla portuguesa también le cantaran en el oído.
Triste final que se le viene al viejo Lucho Castañeda. Sus culpas tendrá que pagar. El y sólo él sabe hasta dónde la mano negra de la corrupción lo tentó como para poner en riesgo su honor y su prestigio como político de larga data. No dudamos que la fiscalía solicite también para él prisión preventiva. Su suerte, al parecer, también está echada. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.