Las medidas aplicadas por el G7 buscan debilitar la maquinaria y su economía.
El G7 sigue combinando las muestras de solidaridad, la ayuda financiera, logístico y militar al agredido y las represalias al atacante, como su política frente a la invasión rusa de Ucrania. Este domingo, en un día simbólico por marcar el aniversario del fracaso de los nazis en la II Guerra Mundial, las naciones del G-7 se comprometieron a definir su dependencia de la energía rusa, aunque, aquello sí, “de forma ordenada”, un ejercicio de realismo que denota cierta impotencia.
Y además aprobaron novedosas sanciones para aislar a Rusia en zonas como la auditoría y la consultoría, los medios de comunicación y una especie de embargo de grupos industriales que logren alimentar la maquinaria de guerra rusa.
En el capítulo de los gestos, la primera mujer estadounidense, Jill Biden, que estaba con refugiados ucranios en Eslovaquia, cruzó la frontera y se entrevistó con la primera mujer ucrania, Olena Zelenska, en el sureste de la nación este domingo. El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, además se trasladó por sorpresa a Kiev. Causas de estabilidad invitan a conservar discreción con las visitas.
Trudeau y lo demás de líderes del G-7, que agrupa a los enormes territorios desarrollados (EE UU, Canadá, Alemania, Francia, Italia, Reino Unificado y Japón), se juntaron a convocatoria de Alemania, que ostenta la presidencia rotatoria, por teleconferencia con el mandatario de Ucrania, Volodimir Zelenski, para abordar los capítulos del apoyo y de las sanciones.
