SERGIO TAPIA T.
Es el segundo Mensaje al país a través del Congreso de la República, conformado por los representantes políticos que los peruanos eligieron hace dos años. Y, dos años es suficiente para hacer un balance pluridimensional de las administraciones gubernamentales, que en el Perú reciben el encargo por cinco años.
El país se gobierna mediante un sistema político partidocrático, pero en el que se carece de partidos políticos institucionalizados. Lo que causa volatilidad en los liderazgos políticos, y discontinuidad en las políticas, planes y hasta en las obras de infraestructura. Razón por la que acostumbramos a andar políticamente a la deriva y en la ambigüedad.
Es este el contexto de los tres meses presidenciales del Ing. Martín Vizcarra. Por tanto, imposible aún para un balance, pero sí para una prognosis de lo que intenta hacer.
Hemos verificado en la web de la Presidencia de la República que hasta ayer aún se muestra el Plan de Gobierno por el que Vizcarra fue electo como primer vicepresidente del renunciante y originario presidente Kuczynski. También se verifica que guarda unidad de línea gubernamental, porque se exhiben los frecuentes Mensajes a la Nación a los que Kuczynski recurrió en sus azarosos diecinueve meses presidenciales.
Uno de los Mensajes del desahuciado expresidente Kuczynski, que conviene rememorar, es aquel del 16 de octubre de 2016, a los dos meses y medio de iniciar su gobierno. Mensaje provocado por el escándalo de corrupción de uno de los asesores presidenciales. Ocasión en la que el expresidente afirmó: “La corrupción es un problema estructural en nuestro país (…). Pero, eso se acabó”. Pues, no. No acabó. Meses después Kuczynski fue defenestrado por causal de corrupción.
En ese Mensaje de octubre del 16, es este mismo gobierno que anunció cinco medidas para “erradicar” la corrupción de nuestro país. Me limito a recordar dos de ellas: La referida a convocar al Consejo de Estado conformado por los presidentes de los tres poderes del Estado, para que los tres poderes luchen juntos contra la corrupción; y, la otra, la conformación de una Comisión Presidencial de Integridad, que en mes y medio emitiría un informe proponiendo medidas legislativas y de gestión contra la corrupción.
Pero, la corrupción al interior del gobierno, ha quedado impune, en lo que va del ejercicio presidencial de Martín Vizcarra: Kuczynski, sus ministros y asesores, hundidos en el fango del cohecho y el tráfico de influencias, no les pasa nada. Lo que contrasta con la celeridad adoptada respecto de las recientemente difundidas interceptaciones telefónicas, que además han sido administradas como psicosociales, al servicio de un fraudulento manejo de material probatorio fiscal-policial, que se distraj al servicio de intereses políticos y no para servir a la Justicia.
Lamentablemente, el presidente Vizcarra ha incurrido en inobservancias a la Constitución que debería evitar: Pidió una legislatura extraordinaria al Congreso, mediante carta, cuando el artículo 118-6 de la Constitución otorga al presidente la facultad de hacerlo él mismo mediante decreto; solicitó al Congreso un referéndum para que se adopte una medida para golpear su institucionalidad secular republicana: la reelección indefinida de parlamentarios, pero descuidando Martín Vizcarra la observancia del procedimiento descrito en el artículo 206 constitucional.
Pero, además, el presidente se ha comprometido en aprobar una política pública de enfoque de género, cuando hay aún causa judicial pendiente sobre la materia promovida en nombre de los padres de familia. El presidente no debe desconocer que el intento de imponer el “género”, como enfoque o como ideología, ha sido popularmente rechazado en calles y plazas. Y, además, el presidente debe de entender el problema que provoca la imposición del “género” como categoría ideológica, que no respeta el orden natural, contradice la biología, subvierte la diferenciación sexual y trastoca la complementariedad psicológica del varón y la mujer.
El presidente Vizcarra ha de desoír el canto de sirenas de las izquierdas marxistas, y no debe insistir confrontándose ideológicamente con los amplios sectores de la sociedad nacional. Por ser inconstitucional e imprudente que agreda la integridad de la institución de la familia y el ejercicio de la patria potestad sobre los educandos.
Aún es tiempo de enmendarse, Señor Presidente.