A qué niveles de incertidumbre hemos llegado en el mundo, que hasta los Estados Unidos de Norteamérica, ha propuesto con carácter de muy urgente, imponer un impuesto mínimo global a las empresas transnacionales.
Inmediatamente, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional respaldaron esta iniciativa. En este contexto, la Secretaria del Tesoro Público Norteamericano, Janet Yellen anuncia que viene coordinando con los países de economías más poderosas del mundo (G20), para lograr consensos e uniformidad en establecer dicho impuesto, que ponga fin aquella loca carrera que por más de 30 años los países optaban por bajar las tasas de impuestos corporativos.
¿Izquierdismo populista? No, nada que se parezca a eso, es realismo puro, algo que deberían aprender los ultras fundamentalistas del liberalismo castrados de moral y ética. Increíble, pero dicha iniciativa viene sumando poderosas adhesiones en el mundo. Claro, es una cosa inusual o impensable hasta antes de la aparición de la Pandemia del COVI-19 y sus variantes. No obstante, es posible como suceso económico en el mundo de las incertidumbres.
¿Cuál es el objetivo? Pues, las principales economías del mundo esperan disuadir a las empresas transnacionales no trasladar sus ganancias e ingresos fiscales a países con bajos impuestos.
La práctica constante: A más impuestos, más refugio en países de bajos o nula tributación o tal vez de exoneraciones. Se trata de la ganancia fácil y poco amor a la Nación. Pues si Jalisco nunca pierde; entonces, Jalisco poca ganancia querrá aportar.
Pero sucede que en momentos de grave crisis económica estas economías, no pueden permitir que ingresos de fuentes intangibles, como patentes de medicamentos y software migran inmisericordemente.
Se sienten loqueados porque las empresas trasnacionales eluden impuestos más altos en sus países de origen. Entonces, la administración de los Gobiernos de Norteamérica, la Unión Europea y el F.M.I. no ven mejor forma de evitar esa esa fuga de capitales con un impuesto mínimo global de consenso.
La idea es reducir esa erosión consistente de la base impositiva tributaria, sin poner a las empresas que operan en su territorio de origen en desventaja financiera. Eso, les permitiría competir en innovación, infraestructura y otros atributos.
De manera que si los países de economías más desarrolladas acuerdan la imposición de un impuesto mínimo global para reducir esas erosiones de las bases tributarias en sus respectivos países, ¿cuál sería la respuesta del Gobierno peruano frente a dicha propuesta? ¿De qué forma nos afectaría dicha medida?
Hemos de considerar que aun cuando los Gobiernos, por su jus imperium, pueden establecer tasas impositivas corporativas que deseen, los gobiernos de origen podrían recargar sus impuestos a la tasa mínima acordada, eliminando la ventaja de trasladar las ganancias a un paraíso fiscal, de impuestos bajos o exoneraciones tributarias.
Desde luego, que nuestros países, con este sistema de economía basada en exoneraciones tributarias para “atraer inversiones” se vería afectada, porque nuestra economía está fundamentada en predominio de las empresas transnacionales. De allí, la importancia de nuestra propia revolución industrial.
(*) Abogado penalista y analista político.
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