La creencia de que “el pobre es pobre porque quiere” está muy extendida en la sociedad. Detrás, se esconde la lógica de que gente más talentosa, más trabajadora, más ahorradora, más creativa y más empeñada en forjarse su destino merece estar mejor y por tanto existe desigualdad. ¿La desigualdad existe por esto o por otros motivos?
La desigualdad de ingresos puede surgir no solo por diferencias entre el talento y esfuerzo sino también por diferencias en las oportunidades con las que las personas nacen. La mayoría de personas pudientes son pudientes porque nacieron en familias pudientes. De hecho, en EE.UU. la mayor parte de la riqueza fue heredada, no creada (Piketty, 2014). Como dijo el Nobel de Economía, Stiglitz: el 90% de los que nacen pobres mueren pobres por más esfuerzo o mérito que hagan, mientras que el 90% de los que nacen ricos mueren ricos, independientemente de que hagan o no mérito para ello.
Para poder hablar de desigualdad debemos incorporar la desigualdad de oportunidades al debate. En el mundo, hay muy poca igualdad de oportunidades: Solo un 9% de los estudiantes de universidades más selectas de EE.UU. procede de la población pobre (por debajo de ½ de la distribución de ingresos), mientras que el 74% procede de la población más rica (por encima de la ¼ de la distribución de ingresos) (Stiglitz, 2012)
La desigualdad de los ingresos ha disminuido en el Perú. Sin embargo, todavía persisten abismos sociales. Estar en un colegio de prestigio asegura buena parte de éxito profesional y laboral, ya que ahí mismo formas redes de contacto (Rentería, Grompone y Reátegui, 2020). Otro estudio indica que el factor más importante en el Perú que está fuera de nuestro control que determina el ingreso laboral en el futuro, es la educación de los padres (Maldonado y Rios, 2006).
Hablar de desigualdad es pertinente en el contexto de los resultados electorales, pero también en el contexto de la pandemia. La pandemia y la consecuente crisis económica no afectan a pobres y ricos por igual. Primero, los pobres se vuelven más pobres, trabajadores no «teletrabajables» tienen mayor probabilidad de perder sus empleos, y los ricos se vuelven más ricos por las oportunidades de inversión en los sectores de las tecnologías de la información y farmacéuticas (ver https://t.ly/DKW5)
Podríamos voltear al argumento de que las personas son pobres porque quieren. Las personas son pobres no porque sean menos talentosas, menos trabajadoras, o tengan un conjunto de características que los incline a la pobreza. ¿No será al revés? Las personas son menos talentosas y menos trabajadoras porque son pobres y nacen en familias pobres, acceden a servicios de educación y de salud paupérrimos, lo que perpetúa la transmisión intergeneracional de la pobreza.
Incluso asumiendo que la desigualdad es algo necesario, no es deseable socialmente ni económicamente. No es eficiente tener una sociedad desigual ya que reduce el crecimiento económico (Galor y Zeira, 1993). Es momento de abandonar el pensamiento “el pobre es porque quiere” y comenzar a discutir cómo aumentar la igualdad de oportunidades.
Es momento de exigir a las autoridades de que todos tengamos la misma oportunidad de acceder a servicios públicos de calidad. Es momento de que de verdad nuestro esfuerzo y talento determine nuestro éxito y no que factores fuera de nuestro control lo determinen.
(*) Magister en Economía Aplicada y Análisis de Datos por la University of Essex (Reino Unido).
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