Ross Barrantes
En la actualidad, el contexto peruano no escapa a una realidad que se siente como una parodia, un teatro donde las tramas son exageradas, pero las consecuencias son devastadoramente reales. La política peruana del 2025, marcada por promesas incumplidas, escándalos recurrentes y un profundo desencanto ciudadano, nos enfrenta a una paradoja: ¿es esto comedia o tragedia?
En los videos de comedia en redes sociales; «escuchamos, pero no juzgamos» cobra relevancia en un escenario donde los extremos climáticos también se manifiestan. El registro sin precedentes de incendios en Los Ángeles, por ejemplo, ha sacudido al mundo. Sin embargo, los responsables de comunicar estos hechos han insistido en desvincularlos de la crisis climática, atribuyéndolos a efectos distintos como errores humanos o fenómenos aislados. Este enfoque, que en apariencia busca evitar culpabilizaciones apresuradas, resulta una parodia en sí mismo: ¿podemos seguir ignorando lo evidente?: “Escuchamos, pero no juzgamos”
En el Perú, el verano de este año ha traído lluvias torrenciales en la sierra y sequías extremas en la costa, desafiando la capacidad de adaptación de comunidades vulnerables. Políticos, analistas y voceros oficiales hablan con serenidad, piden paciencia y aseguran estar «investigando las causas»: “Escuchamos, pero no juzgamos”
Esta misma lógica permea el discurso político. Desde los debates en el Congreso hasta las ruedas de prensa presidenciales, la narrativa parece diseñada para entretener y confundir en lugar de informar. Escándalos que antes generarían indignación hoy solo arrancan un suspiro resignado. La indignación ha dado paso a la apatía; escuchar sin juzgar se ha convertido en un mecanismo de defensa colectiva: “Escuchamos, pero no juzgamos”
La parodia es útil en el arte porque nos permite tomar distancia, analizar críticamente la realidad a través de su deformación. Sin embargo, cuando la vida misma se convierte en parodia, corremos el riesgo de perder el sentido de urgencia. La crisis climática no espera a que terminemos de debatir si un incendio fue intencional o accidental. La desigualdad no se detiene porque nuestros políticos están demasiado ocupados con peleas internas.
Escuchar sin juzgar puede ser una estrategia para fomentar el diálogo, pero no puede ser la única. Es vital que pasemos de la escucha pasiva a la acción informada. En el caso de la crisis climática, esto significa exigir a los gobiernos medidas claras para mitigar sus efectos y adaptarnos a los cambios inevitables. En la política, significa demandar transparencia, responsabilidad y visión de largo plazo. En este 2025, no podemos darnos el lujo de quedarnos en la butaca, observando la parodia desde la comodidad del espectador. Si bien escuchar es el primer paso, juzgar con justicia y actuar con determinación son las únicas maneras de reescribir el guion de esta obra que, de otra forma, se encamina hacia un desenlace funesto.
¿Estamos listos para dejar de ser espectadores y asumir nuestro papel como protagonistas de un cambio necesario? La parodia nos invita a reflexionar, pero también nos reta a actuar. El futuro de nuestra sociedad y del planeta depende de que aprendamos a equilibrar la escucha, el juicio y la acción. Por que seamos ciudadanos que “Escuchemos, juzguemos, opinemos, nos indignemos, denunciemos y actuemos”: Gracias por leerme
(*) Abogada Constitucionalista
