El exmandatario, fallecido ayer, había revelado su intención de postular nuevamente a la presidencia a pesar de su estado de salud.
Ayer se confirmó el fallecimiento de Alberto Fujimori, ex presidente del Perú, quien había generado controversia al expresar públicamente su deseo de volver a ocupar el cargo de jefe de Estado. Pese a su avanzada edad y los problemas de salud que lo llevaron a ser hospitalizado en diversas ocasiones, Fujimori sorprendió al país cuando, el pasado 30 de junio, anunció sus intenciones de regresar a la política nacional.
En una carta compartida a través de sus redes sociales, Fujimori escribió: «Hoy reafirmo mi decisión y voluntad de asumir todos los riesgos. Quiero volver a trabajar por todos los peruanos». Este mensaje encendió el debate entre sus seguidores y detractores, especialmente considerando las condenas en su contra por violaciones a los derechos humanos y corrupción durante su gobierno (1990-2000).
Apenas unos días después de dicho anuncio, su hija Keiko Fujimori, líder del partido Fuerza Popular, confirmó que el exmandatario sería el candidato presidencial de la agrupación en las próximas elecciones. Esta decisión fue presentada como un acuerdo mutuo entre padre e hija, lo que puso en el centro de atención a la familia Fujimori una vez más.
Fujimori, que fue indultado en 2017 por motivos de salud, vivió sus últimos años entre la polémica y la expectativa de un retorno político. Su figura sigue siendo divisoria en el Perú, donde algunos lo recuerdan por haber combatido al terrorismo y estabilizado la economía, mientras que otros no olvidan los crímenes cometidos bajo su gobierno.
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Con su fallecimiento, se cierra un capítulo importante de la historia política peruana, aunque el impacto de su legado y las acciones de su familia continúan siendo un tema relevante para el futuro del país. Su partida deja preguntas abiertas sobre el futuro de Fuerza Popular y el rol que Keiko Fujimori jugará en los próximos años.
