Coloridas comparsas de distintas localidades se movilizan por los rieles del ‘Tren Macho’ en Huancavelica, creando un espectáculo único
La ciudad de Huancavelica recibe con entusiasmo y algarabía la llegada triunfal de la alegría, transportada a través de los históricos rieles del icónico ‘Tren Macho’, en honor a la tradicional festividad del Niño Reyes o ‘Niño Occe’.
Los residentes de la Tierra del Mercurio reconocen que es el momento propicio para el inicio de la celebración de este auto sacramental. A las dos de la tarde, se congregan en la estación del tren para dar la bienvenida a la banda que animará la festividad, acompañada por los ‘Kichcamachus‘, quienes deleitarán con sus ocurrencias sorprendentes y jubilosas.
Antiguamente, las bandas solían arribar en los vagones del Tren Macho, mayormente provenientes del valle del Mantaro. Esta práctica dio origen a la tradición de aguardar la llegada de las comparsas. Ya sea bajo la lluvia o el radiante sol, los devotos de la costumbre se hacen presentes, como sucede este año con lluvias intermitentes.
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Equipados con paraguas, cobertores plásticos o mantas, algunos participantes bailan, disfrutan de cerveza y comparten con sus amistades, mientras que otros se deleitan con la música desde lo alto de una colina.
Cada año, los Kichcamachus presentan una representación teatral única para marcar el comienzo de las festividades, que se extienden del 4 al 8 de enero. En esta ocasión, al compás de la banda Túpac Amaru, hicieron su entrada una vez más a bordo del Tren Macho.
Ataviados con sus trajes tradicionales y su ingenio característico, los alegres participantes lucen pantalones y casaquillas negras de balleta, adornadas con bordados de hilos coloridos a lo largo de los bordes. Complementan su vestimenta con gorras multicolores y máscaras talladas en madera que representan un anciano sonriente. En esta caracterización, no puede faltar la manta atada a la espalda.
Los Kichcamachus reviven lo mejor del pasado, cuando viajar en tren desde Huancayo a Huancavelica y viceversa no solo significaba un viaje de cuatro horas, sino una experiencia que perdura toda una vida en nuestros recuerdos y en el alma.
En aquel entonces, la tarifa era tan accesible que resultaba más económico indulgirse con antojos durante el trayecto, como los que ofrecían los astutos personajes: pan bollo y dulces en canastas, el delicioso chicharroncito de Izcucha, las exquisitas tunas de Mejorada, la chicha de Jora y las papitas con queso de Yauli.
Los Kichcamachus encarnan la fusión del sincretismo religioso al venerar tanto al Niño Occe como al hombre andino.
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