Idi Amin Dada : llamado el «Hitler» de África

A cuarenta años de su caída, Uganda aún no se recupera de su infernal gobierno

A cuarenta años de su caída, Uganda aún no se recupera de su infernal gobierno

 

Cuarenta años después de la caída del dictador Idi Amin Dada, llamado el «Hitler» de África, Uganda trata aún de recuperarse de aquel régimen brutal que causó en apenas ocho años la muerte de entre 200.000 y 500.000 personas. Su vida está plagada de anécdotas extravagantes que cimentaron la fama de este hombre que medía más de un metro noventa de estatura, casi analfabeto, de religión musulmana y perteneciente al grupo étnico Kakwa, minoritario en el país.

Según el ex ministro de Sanidad de Uganda Henry Kyemba, Amin era caníbal, ya que en muchas oportunidades le escuchó decir que la carne humana tenía un «gusto salado». Este ex funcionario contó, además, que el dictador cuando hizo asesinar al general de Brigada Charles Arube, en 1974, pidió entrar en la morgue de Mulago, para reconocer el cadáver.

«Quiero estar solo», dijo Amin, causando dudas en sus subordinados. Según algunos informes de prensa, cuando el ex dictador salió de dicho lugar, los médicos comprobaron que al cuerpo de Arube le faltaban varios dedos de las manos y de los pies. Si hay un dictador recordado por su gobierno sanguinario y actitudes excéntricas es del Idi Amin Dada que gobernó Uganda con mano de hierro entre 1971 y 1979. Durante su mandato sostuvo: “Me considero a mí mismo la figura más poderosa del mundo”.

 

Joven soldado y boxeador

Los orígenes de Idi Amin no están claros. Se cree que nació en 1925 aunque al momento de su muerte, en 2003, los médicos de Arabia Saudita aseguraron que tenía 80 años. Su padre, un católico convertido al Islam, lo abandonó de joven por lo que se crio con la familia de su madre en un pueblo rural.

En 1946 se unió a los Fusileros Africanos del Rey (el ejército colonial británico) donde fue escalando posiciones hasta llegar a suboficial, el rango más alto que podía alcanzar un negro. No obstante, un año antes de la independencia de su país fue ascendido a teniente, convirtiéndose en uno de los dos primeros ugandeses que consiguieron llegar a oficial. Con la independencia (1962) siguió ascendiendo hasta ser jefe del Ejército en 1965.

Es importante destacar que, a pesar de haber estado viajando y ser parte de las fuerzas armadas, entre 1951 y 1960 nadie logró quitarle el título de campeón de boxeo en peso semipesado de Uganda. Sus 1,93 metros de altura fueron un importante respaldo para ese logro.

En 1965 quedó implicado con el presidente ugandés Milton Obote en un caso de contrabando de marfil y oro. Ante un pedido de investigación de la causa Obote depuso al rey Mutesa II y se proclamó presidente ejecutivo. Amin encabezó el asalto al palacio real y obligó al kabaka (rey) a exiliarse en Gran Bretaña.

A fines de la década se produjo una ruptura entre Amin y Obote, luego de un intento de atentado contra el jefe de Estado en 1969. Amin fue rebajado entonces de jefe de todas las Fuerzas Armadas a jefe del Ejército. Obote no sabía que había firmado su salida del gobierno.

 

Golpe de Estado: los cadáveres tapan la represa

Ante los rumores de un inminente arresto en su contra Idi Amin dio un golpe de Estado en enero de 1971 cuando Obote estaba fuera del país. Al asumir el gobierno sostuvo que era de carácter provisional y que convocaría a elecciones.

Sin embargo una semana después estableció un régimen dictatorial donde, entre otras medidas disolvió la antigua agencia de inteligencia y la remplazó por la Oficina de Investigación de Estado (SRB), cuyo cuartel general en el suburbio Nakasero de la capital se convirtió en lugar de torturas y ejecuciones masivas.

Así se abrió un reino del terror de tal magnitud que aun hoy se desconoce la cantidad de muertos y desaparecidos. La Comisión Internacional de Juristas calculó que la cifra probablemente alcanzara las 300 mil personas. Por otra parte una estimación elaborada Amnistía Internacional llevó el número a 500 mil.

Entre sus víctimas destacan Benedicto Kiwanuka, antiguo primer ministro y dos de los ministros de su propio gabinete, Wilson Oryema y Charles Oboth Ofumbi. “Incluso Amin no sabe cuántas personas ha ordenado ejecutar. El país está lleno de cuerpos”, dijo Henry Kyemba, ex ministro de Salud, que desertó y se exilió en Gran Bretaña en 1977. “Nadie puede correr más rápido que una bala”, sostuvo Amin.

La cantidad de cadáveres que poblaron el país impedía enterrarlos a todos por lo que muchos fueron arrojados al Nilo donde alimentaban a los cocodrilos. Sin embargo, en determinados momentos los restos llegaron a taponar la circulación de agua en planta hidroeléctrica de Jinja.

 

Un país libre de asiáticos

En 1972 Amin declaró la “guerra económica”, que implicó un conjunto de políticas que incluían la expropiación de propiedades pertenecientes a asiáticos y europeos. Aunque la leyenda cuenta que esta decisión se debió a que una mujer oriental lo rechazó, la razón menos idealista tiene que ver con que los miembros de esa comunidad controlaban gran parte de la producción y el comercio del país.

Fueron expulsados 80 mil asiáticos, la mayoría con ascendencia india ya que muchos de sus antepasados se habían asentado allí cuando era una colonia británica. Solo fueron exceptuados del decreto de expulsión médicos, abogados y maestros.

 

Fin de un dictador

A finales de la década de 1970 la situación del país, aislado económicamente por la cancelación de crédito del Reino Unido y de las ayudas de la Comunidad Económica Europea, era insostenible. El 11 de abril de 1979, el frente Liberación Nacional de Uganda, formado por 18 grupos de exiliados y apoyado militarmente por las tropas de Tanzania, en aquel entonces gobernada por Julius Nyerere, logró derrocar a Idi Amin. Sin embargo, el dictador no pagó sus crímenes, ya que logró refugio, primero en Libia y luego en Arabia Saudita, desde donde hizo algún intento por regresar a Uganda, lo que no le fue permitido.

Amin murió en el hospital de Yeda, en Arabia Saudita, el 16 de agosto de 2003 y fue enterrado en el cementerio Ruwais de la misma ciudad.​ Lo increíble es que tantos años después, uno de cada dos ugandeses lo admira.


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