El país enfrenta niveles alarmantes de deforestación, contaminación del aire y sequías, con un aumento del 132% en incendios forestales en comparación con el 2023, afectando tanto a biomas esenciales como a la vida urbana.
Brasil atraviesa una emergencia climática sin precedentes, donde la sequía y los incendios forestales devastan vastas regiones. Según el Instituto de Investigaciones Ambientales de la Amazonía (IPAM), los incendios aumentaron un 132% en agosto de 2024, comparado con el mismo mes del año anterior. Esta crisis afecta no solo a la Amazonía, sino también al Pantanal, el Cerrado y estados como San Pablo y Minas Gerais, con graves consecuencias para el medio ambiente y la salud pública.
El cambio climático ha jugado un papel crucial, pero la falta de medidas preventivas agrava la situación. En Mato Grosso do Sul, por ejemplo, los incendios han aumentado un 600%. En total, más de un tercio del territorio brasileño sufre los efectos de la sequía, dejando ríos secos y comunidades aisladas, mientras que el humo tóxico de los incendios alcanza grandes ciudades como San Pablo, que fue catalogada como la ciudad con el aire más contaminado del mundo durante varios días en septiembre.
Lee también:
Cientos de embarcaciones varadas por descenso de las aguas del río Amazonas
El fenómeno de El Niño, junto con un Atlántico Norte más cálido, ha intensificado la sequía, creando condiciones propicias para la propagación del fuego. Ciudades y ecosistemas no preparados para enfrentar tales niveles de sequedad han sido particularmente vulnerables, como en el caso del río Madeira, que registró su nivel más bajo en 60 años, afectando a las comunidades que dependen de él para su sustento.
A pesar de la urgencia de la situación, las respuestas del gobierno han sido criticadas por su lentitud y falta de coordinación. El presidente Lula da Silva, quien asistirá a la Cumbre del Futuro de la ONU, enfrenta cuestionamientos sobre la gestión de esta crisis. Aunque se han realizado promesas de crear una autoridad climática y medidas legislativas, hasta el momento no se ha logrado una acción efectiva.
La emergencia persiste, y se teme que la situación empeore en los próximos meses si no se implementan acciones contundentes para frenar la destrucción de los biomas y mitigar los efectos del cambio climático.