Por Martín Belaunde Moreyra
Podríamos creer que pedir perdón a la sociedad sería la secuencia lógica de un infanticidio cuando una criatura es abortada después de cuarenta semanas de embarazo. Pues no. El perdón en este caso no obedece a esa causa. De acuerdo a un artículo del Vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, publicado en la revista National Review, el gobernador de Virginia lejos de pedir perdón por un proyecto de ley presentado en la Legislatura de su Estado, autorizando el aborto en tales condiciones, lo apoya abiertamente y ofrece que, si la familia de la criatura abortada pide que sea resucitada, él brindará las facilidades médicas estatales para que eso suceda. ¿Cómo se puede resucitar a un ser humano abortado? Esto va más allá de mis escasos conocimientos médicos.
Lo curioso del caso es que el gobernador de Virginia es médico de profesión y estudió en la Facultad de Medicina de la universidad pública de su Estado. Y aquí viene el pedido de perdón, que no tiene vinculación alguna con el referido proyecto de ley. En un anuario de dicha facultad publicado en 1984 cuando era estudiante, apareció una foto suya disfrazado de negro acompañado de un supuesto miembro del Ku Kux Klan. La población negra de Virginia, gran parte de la cual votó por él, consideró que esa foto es un agravio a la comunidad de ciudadanos negros de dicho Estado.
Obviamente la protesta es justa. Puesto en ese disparadero, el gobernador de Virginia primero admitió que la foto era suya, luego se contradijo afirmando que la foto en el anuario no era de él y que solo se enteró de su existencia cuando fue divulgada. Pese a ello, pidió perdón a todos los electores de su Estado, negros o blancos, a quien él inadvertidamente ofendió con semejante sarcasmo racista. En una conferencia de prensa reiteró su perdón y dijo a manera de excusa que él era un gran admirador del fallecido actor negro Michael Jackson. Este gobernador manifestó pertenecer a una Iglesia Bautista del Sur, definitivamente provida y que él a lo largo de su carrera en el ejército de los Estados Unidos había mejorado muchísimo su visión racial de sus conciudadanos de color. Terminó pidiendo no ser juzgado por una foto ajena a él de hace más de 30 años, sino por su trabajo de gobernador. Obviamente declinó renunciar. Pero del proyecto de ley que autorizaba el aborto después de las 40 semanas de embarazo no dijo nada, absolutamente nada.
Hoy día se debate su renuncia en los medios norteamericanos, pero no se ha comentado su apoyo a una ley abortista. Y ese proyecto coincide con una ley estatal de Nueva York aprobada hace pocos días con el apoyo del gobernador Cuomo, que consagra virtualmente lo mismo. El gobernador Cuomo, nominalmente católico, ha ordenado prender luces rojas de fiesta para celebrar tal disposición. Frente a esta disyuntiva, ¿qué es más criticable en los Estados Unidos, una ofensa a la comunidad negra, por condenable que sea, o el asesinato de niños al momento de su nacimiento? Claramente cuando está de por medio conservar el cargo, el perdón a los electores tiene más peso que el respeto a la vida de quienes están por nacer. Lamentable.