Me ocuparé de la traición de los políticos que un día están en un partido y al poco tiempo en otro, contrario, antipódico. Esto acontece, con mayor frecuencia, en el presente siglo XXI. En lo que va de este siglo y del pasado se ha visto gentuza timorata y cobarde que cambia sus banderas y sus insignias por las del contrincante, sin ninguna vacilación.
Reconozco que en el presente hay más decisión en minorías directrices de encausar un cambio radical y depurarse de canalla saltimbanqui. En los años iniciales de la independencia hubo más entereza y coraje, aunque un día están las tropas en el Castillo del Real Felipe (1824) sumisos al rey, y luego abandonan esa trinchera sometida para pasarse al lado de la Patria.
Uno de los ejemplos iniciales de la actitud de esos años primigenios fue Lorenzo de Vidaurre sosteniendo simultánea y sucesivamente: “La sumisión o la Patria”. Tenemos como imagen de la traición gobernante al general Mariano Ignacio Prado, presidente de la República (1879), que fugó a Europa con fondos estatales y los disipó manirrotamente.
No todos los gobernantes han sido como el puritano Nicolás de Piérola. Hay que tener presente, a la gentuza traidora. Cuando se estabilizaron las instituciones tuvimos un conato de democracia desde 1895 con Nicolás de Piérola, electo por las masas. Se destrozó, empero, esa democracia por el intrusismo golpista (1930) del cerdo político que fue el General Luis M. Sánchez Cerro, mayordomo de la oligarquía.
Hoy, estamos empeñados en reconstruir desde sus cimientos una verdadera democracia antimperial, descentralista y adversaria radical de los elementos supérstites del ayer. Esta democracia rearquitecturará lo existente hoy, por falso, con un Poder Legislativo anárquico lleno de saltimbanquis; verbi gracia, un Parlamento eunuco y sin destino. Un Poder Judicial prevaricador y mercenario, así como el TC, el Defensor del Pueblo, y otras instituciones malnacidas o nonatas. El Perú del siglo XXI debe ser un ejemplo para Indoamérica, cimentado sobre un Parlamento bicameral –que es la tradición del Perú— ¡Vamos a la lucha! Extirpemos ese cáncer que son las seudoinstituciones de hoy; pero eso sí, sin entendimiento con los traidores de la política hegemónica de hoy, sometida e inmoral.
II
Pero ¿qué o quién es tránsfuga? Es traición, deserción, deslealtad. Francisco García Calderón, en su Diccionario de la Legislación Peruana” (Paris, 1879) definía como Tránsfuga al que se pasa huyendo de una parte a otra, o de un partido a otros. La palabra traición alude a deslealtad, infidelidad, quebrantamiento de la palabra dada, violación de la buena fe.
En un sentido jurídico, implica el quebrantamiento de la lealtad debida por los ciudadanos a la nación a la cual pertenecen. La definición de Rodrigo Borja de transfuguismo (Diccionario Enciclopédico de la Política) es totalmente aplicable a los traidores de la seudodemocracia peruana, aunque se quedó corto porque nuestros tránsfugas han ido más lejos:
“Transfugio es la abjuración de una creencia política y la adopción de otra o, especialmente, el abandono por un afiliado de un partido político y el ingreso a otro. El transfugio forma parte del descenso de los niveles éticos y estéticos en la política. Cambiarse de partido es un acto cada vez más usual y rutinario. Se lo hace sin aflicción, sin remordimiento, sin reproches de conciencia. Es parte del oportunismo político que campea con desfachatez en la vida pública. Ciertos individuos suponen que el partido es una suerte de casa de cita en donde se puede dormir una noche y salir al día siguiente.”
III
Repetiré conceptos que hoy tienen plena vigencia. Fernando Belaunde Terry acuñó una bellísima frase para definir a Acción Popular, “El Perú como doctrina”. Ese partido era una especie de anglicanismo aprista. Pero hoy la ruindad y la bajeza de la política criolla dominada por el oportunismo y la claudicación, fomentada y festejada por una prensa irresponsable, nos permiten hablar de la traición como doctrina.
Se considera lícito y expresión de gran habilidad desertar del movimiento que lo encumbró a uno. Me dan náuseas esos fugitivos, esos gusanos, desertores en el campo de batalla. Por eso las masas detestan a la casta política.
El que se equivoca en asuntos fundamentales debe irse para siempre. Bajar el telón. Así no tenga culpa ni dolo. Los tránsfugas que funden otro partido político, deberían llevar como blasón del movimiento proditor las viejas frases impuestas al bárbaro sicambrio converso: “quema lo que has adorado y adora lo que has quemado”. ¡Viva el APRA!
(*) Jurista, exconstituyente, exdiputado, exsenador y excongresista de la República.