Sí. Quiero hacer una breve reseña de mi autobiografía política. Creo que será interesante para la juventud. Veamos. Comenzaré aludiendo a mi combate por el APRA desde que yo tuviera seis años ¿Cómo es posible esto? Es que las multitudes apristas se reunían en la plaza San Martín y pasaban dando vivas por mi casa en la calle Boza del centro de Lima (1938). Más tarde sería un agitador, pese a que era un alumno sobresaliente en el colegio La Recoleta. Mi relación con el Partido llegó después, al conocer a Ramiro Prialé, en una semiclandestinidad.
Fui presentado por unos apristas “pequeños burgueses”, los Soldi. Ramiro acababa de salir de la cárcel (1955) y de facto me incorporó a las filas del Partido Aprista Peruano. Desde entonces hasta hoy, he sido militante de facto y jurídicamente del PAP. Hoy, sigo llevando in pectore mi adhesión espiritual al APRA. Y así, por obra del Partido, he sido concejal dos veces (1963-1969), Constituyente (1978-79), Diputado (1980-85), Senador dos veces (1985-1992) y Congresista (2006-2011). A los noventa y un años, sigo con la Alianza Popular Revolucionaria Americana en mi corazón, dispuesto a luchar con mi ya próximo viaje a las estrellas.
II
Mi primera intervención pública fue en la plaza Colón del Callao, en un mitin del reaccionario Pedro Rosselló, aspirante fracasado a la presidencia de la República. De allí pasé a varios cargos políticos compañeriles del PAP. Recuerdo esa intervención en el Callao. Estuve, aquella tarde de enero de 1956, vivando desde abajo del estrado al aprismo y a la libertad de sus líderes. Yo era un aprista solo conocido por algunos, Pedro Rosselló era uno de ellos. Vociferé vivando al partido.
Roselló, al ver que las multitudes me vivaban, me dijo en voz alta: “señor Valle-Riestra si tiene algo por decir, suba al estrado”. Creyó don Pedro que me iba a amilanar. No. Subí a la tribuna y dije: “pertenezco a un partido político proscrito, para quien pido la legalización”. Las multitudes me ovacionaron y se retiraron del mitin conmigo, dejando sin auditorio al gran capitalista Roselló. Fui, desde entonces, elegido en cargos de representación política. Hasta hoy, 62 años después, sigo sentimental e ideológicamente leal al PAP que pronto, nuevamente, saldrá de las catacumbas.
III
Llegó al Perú, luego de un largo exilio y cárcel, Víctor Raúl Haya de la Torre. Un día al verme en la Casa del Pueblo, de la Av. Alfonso Ugarte, le dijeron a Víctor Raúl que yo era un filo-aprista. Entonces, me mando llamar. Subí las escaleras del local del Partido y me dijo: “eres un militante con destino”. Me inscribí inmediatamente en el PAP. Estaba orgullosísimo de haber hablado con el Jefe, luego de varios años de su proscripción, antes y después de Manuel Prado (1956).
Tuve el honor de padecer prisión junto con los líderes viejos del PAP (Prialé, Raygada, Cox, Heysen y otros), pero no dramaticemos. Nuestra prisión duró tres días para mí, y para los otros, varios años que no se cumplieron porque ingresó al poder Manuel Prado (1956-1962).
El APRA se reincorporó a la legalidad y vino la historia legendaria que protagonizamos esos años. Nunca fui procesado en el Partido. Ni siquiera por haberme vinculado a la herética APRA Rebelde, jefaturada por Luis de la Puente Uceda (1962), pero en las reuniones los rebeldes querían consultar todo a Jorge del Prado, un comunista acérrimo. Me aparté y dije que no he salido del PAP para someterme al PCP.
IV
Después de mes y medio me retracté de mis coqueteos con la sectaria APRA Rebelde. En el aprismo ortodoxo nadie me repudió esa conducta. Mi reconciliación con el PAP fue un artículo que escribí para el diario “La Tribuna”, en junio de 1963, afirmando “el 10 de junio votaré por Haya”. Víctor Raúl me telefoneó desde Huancayo diciéndome: “Bienvenido al Partido, tienes mucho por hacer”.
(*) Jurista, exconstituyente, exdiputado, exsenador y excongresista de la República.