Kennedy, un seductor compulsivo

Nadie lo ha retratado hasta ahora con más humanidad y certera intuición que Jed Mercurio en “Un adúltero americano”.

por | Ago 4, 2020 | Sin categoría

Nadie lo ha retratado hasta ahora con más humanidad y certera intuición que Jed Mercurio en “Un adúltero americano”.

John F. Kennedy fue un gran presidente, pero también un seductor compulsivo. Nadie lo ha retratado hasta ahora con más humanidad y certera intuición que Jed Mercurio en su libro “Un adúltero americano”#, lea este párrafo:.

“De repente el presidente se encuentra tumbado en el suelo, con un dolor parecido el de un puñal que le atravesara la espalda y las piernas”. Su caída no tiene nada de heroica (…) El seductor también se equivoca, y ambos males -los físicos y mentales, las gravísimas lesiones en la espalda y la bulimia sexual- conspiran para humillarlo en la pieza de un hotel en el Medio Oeste”.

Ni la juventud, ni la belleza, ni las habilidades en la cama, son factores dominantes (aunque obviamente tienen importancia a la hora de escoger) para decidir el momento de la caza. La adrenalina fluye, para el seductor impenitente, sólo con la nueva conquista.

Algunas de las mejores páginas de la novela exponen, precisamente, la teoría del seductor que Mercurio elabora a partir del personaje de Kennedy, guiado por principios inconmovibles para su vocación de cazador.

En realidad, quizá la mayor virtud de la novela está allí, en ese retrato dibujado concienzudamente que muestra al padre amante de sus hijos, que no se perdonaba no leerles un cuento antes de dormir (y que alcanza cotas conmovedoras hacia el final del libro); al esposo considerado, que contó siempre con una única confidente y aliada para todo lo importante en su vida; y al seductor impenitente, al macho alfa que irradia poder y atractivo sexual y, puesto además que está en la cumbre del poder, encuentra natural que las mujeres que están al alcance de su mano le rindan la correspondiente pleitesía.

HOOVER Y JOHN

Mercurio trabaja su texto en esa línea; exagera cualidades y defectos, extrapola, reduce a un par de trazos muy marcados a personajes como Frank Sinatra, Marilyn Monroe y J. Edgar Hoover (y aún a JFK y Jacqueline, si bien de manera mucho más acuciosa y con más elementos en la ecuación) y logra así una presencia muy fuerte de estos actores secundarios en la trama de la novela..

Marilyn es una cocainómana que también se equivoca en sus pretensiones: diva, diosa, objeto del deseo, no puede resignarse al papel secundario y aspira, sin remilgos, a convertirse en Primera Dama.

  1. Edgar Hoover es uno de esos personajes dibujados con pocos trazos (no corresponde acá el adjetivo “gruesos”), destinados sólo a destacar su papel en la biografía de Kennedy. Es sabido -aunque Mercurio no explota esta variante del relato- que Hoover tenía muchos esqueletos en su armario. De noche, en la intimidad de su casa, solía vestirse de mujer; era gay, pero odiaba a los gays.

Era además racista y misógino, de manera que sistemáticamente bloqueó el ingreso de negros y mujeres a la organización que dirigía con mano de hierro. Jamás estuvo dispuesto a ceder un milímetro del impresionante poder que acumuló durante décadas a la cabeza del Federal Bureau of Investigation, FBI; y, aunque la mayoría de los presidentes de Estados Unidos quiso sacarlo del cargo, el que más cerca estuvo fue Kennedy.

Hoover, siempre alerta, atacó el flanco más vulnerable. Robert, el ministro de Justicia y su superior directo, era un fiero opositor a toda práctica de corrupción y vínculos gubernamentales con organizaciones criminales y tenía pocas debilidades explotables; pero John F., su hermano presidente, tenía secretos que Hoover no vaciló en poner en la bandeja del chantaje.

ESCÁNDALO PROFUMO

Acá también la novela funciona por la vía de la selección escogida de hechos que en realidad representan cadenas factuales mucho más largas y complejas y sobre las cuales hay diferentes versiones.

En la novela, Mercurio explota de manera inteligente el vínculo entre los rumores sobre la vida sexual del presidente con el escándalo Profumo, ocurrido al otro lado del Atlántico. Profumo, ministro de Defensa del Reino Unido, también era cliente de prostitutas selectas, y se descubrió que su preferida atendía igualmente al embajador de la Unión Soviética ante su gobierno.

La prensa olió sangre y presionó. Hasta entonces, en uno y otro lado del océano, la vida personal de los políticos no era un asunto de interés para las grandes cadenas de periódicos ni para la televisión; se entendía que la esfera privada de las personas no tenía por qué ser auscultada ni menos aún expuesta a los ojos del público.

El caso Profumo, inicialmente por sus implicaciones políticas y luego por el descubrimiento de la prensa respecto al poder de sus denuncias, abrió una nueva etapa en la relación de los medios con los representantes del pueblo.

FAVORES SEXUALES

Mercurio recrea una reunión muy larga entre Hoover y Kennedy, donde el primero, según se dice tanto en las respectivas biografías como en la novela, le mostró al Presidente una larga serie de fotografías, que incluían desde las secretarias de la Casa Blanca que se sucedían en otorgarle favores sexuales (apodadas Fiddle y Faddle) hasta las prostitutas que le proveía un empleado de la Casa Blanca especialmente contratado para fines como ese (o similares) y apodado “Tapadera” en la novela, más amigas que lo visitaban periódicamente y hasta las levantadas en encuentros ocasionales.

Judith Campbell, amiga del mafioso Sam Giancana, y Ellen Rometsch, la eventual espía soviética, eran las piezas más escogidas de la colección. En la reunión, Kennedy se niega a responder preguntas sobre su vida privada: “Ningún norteamericano debe responder a ellas ni tendrá que hacerlo nunca”.

A la luz de la historia posterior y los interrogatorios que sufrió Bill Clinton por el caso de Monica Lewinsky, hay un punto de ironía en la frase que Mercurio atribuye a Kennedy.

INTENCIÓN DEL AUTOR

Sin afanes historiográficos ni tampoco excesos psicologistas, Mercurio ofrece una lectura impecable de un personaje complejo y su tragedia, que tiene, en la novela, aristas impensadas que calzan de manera perfecta con la historia.

Ahondar más en el punto puede ser impertinente para el futuro lector del libro, de manera que es mejor cerrar acá esta revisión: el autor no sólo lee bien al personaje, no sólo recrea de manera brillante su época y las decisiones que debió tomar, sino también escribe una novela extraordinaria por su claridad de estilo y sobre todo su capacidad de conducir, con mano segura, un relato que toca tantas y tan delicadas fronteras entre el sexo, el poder, la enfermedad y la muerte.

Fuente: https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2011/07/15/la-novela-de-kennedy/


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