SERGIO TAPIA T.
Los organismos internacionales de derechos humanos se han transformado en cubil de rojos. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cuya sigla es “CIDH”, es presidida por un ministro de Justicia del gobierno corrupto de Humala, tiene su sede en Washington (EEUU). No confundirla con la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cuya sigla es “Corte IDH”, y su sede en San José (Costa Rica), que la preside un mexicano.
La CIDH fue fundada por la Asamblea General de la OEA del año 1959, con dependencia al Consejo Permanente de la OEA, que fue encargado de otorgarle sus atribuciones. Con el primer Estatuto de 1960, la CIDH tuvo por finalidad producir informes sobre la situación de los derechos humanos en los países del continente americano. Con el segundo Estatuto de 1965, la CIDH asume la atribución de proponer recomendaciones a los gobiernos de las Américas, con base a comunicaciones que reciba o informaciones que obtuviese de oficio. Y, con el tratado Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1969, la CIDH asumió nuevas potestades mezcla de centro de conciliación pre-judicial con algo de ministerio público en lo penal. La CIDH demoró más de cinco años en asumir y ejercer estas funciones, dejando a la primera Corte IDH sin trabajo por falta de demandas. Porque, la CIDH es paso previo y obligado antes de demandar a los Estados ante la Corte IDH.
La CIDH considera acumulativas todas esas funciones otorgadas en 1960, 1965 y 1969. Porque, para países como Cuba sólo hace informes, debido a que desde 1962 es estado expulsado de la OEA. Para los EEUU sólo hace recomendaciones, porque no ratificó la Convención de 1969. Lo mismo para Trinidad y Tobago, y para Venezuela, por haber denunciado la Convención de 1969, con el efecto de retirarse de todo el sistema interamericano de derechos humanos.
El “aquelarre” es reunión de brujas y brujos. Pero, creer en las brujas o brujos, “es ser crédulo y de pocos alcances” como dice el diccionario. Pues, cuando se reúne la CIDH, es un aquelarre muy significativo. Porque no es para velar por los auténticos derechos humanos, sino para urdir política menuda de intereses ideológicos, que sólo beneficia a los partidos y las ONGs en tanto sean inspiradas en las ideologías socialistas y comunistas, de diferentes modelos y grados, especialmente el marxismo gramsciano y el marxismo de género.
La CIDH realizará el lunes 1 de octubre un aquelarre de caviares en la Universidad de Colorado, para la que la ONG IDL ha solicitado tratar sobre “La crisis de la corrupción judicial en el Perú y su impacto sobre los derechos humanos y la libertad de expresión”.
Mentirosamente se ha difundido aquí, que la CIDH verá el “caso Chávarry”. Falso, no hay “caso Chávarry” ante la CIDH. Tampoco Chávarry es parte de “la crisis de la corrupción judicial”; él es fiscal y pertenece al Ministerio Público que es constitucionalmente diferente y autónomo del Poder Judicial.
Entonces, ¿para qué convocan al aquelarre en los EEUU? Para una catarsis de caviares. Necesitan purificar pasiones y emociones, contemplándose mutuamente en torno a la tragedia que perciben a través de su reduccionista y miope visión ideológica, con la que nos degradan, al Perú y a las demás naciones americanas.
Ese aquelarre para la catarsis caviar, nos es oneroso a los ciudadanos contribuyentes, porque con nuestros impuestos pagamos las cuentas de la OEA, y pagaremos el viajecito de los funcionarios pro-caviares del Ministerio de Justicia y de los demás funcionarios ineficaces que los acompañarán. También, pagamos las cuentas de los caviares, a través de las jugosas indemnizaciones, dispuestas por las sentencias prejuiciosas y prevaricadoras de la Corte IDH.