Por: Jorge B. Hugo Álvarez (*)
La clase empresarial peruana está altamente politizada y como tal descolocada en la percepción positiva de la ciudadana. La opinión pública quedó desconcertada e indignada por hechos conocidos en boca forzada de sus propios actores. Esta situación fáctica ubica al empresariado en la lógica perversa del parásito feliz. Resulta que, los más connotados empresarios nacionales y extranjeros operaban en nuestro país, financiando sin transparencia con extraordinarias sumas de dinero, a favor determinadas organizaciones políticas.
Financiamiento oculto, para favores ocultos, que pervierte la sana moral de la política nacional. Claro que sería injusto generalizar estas prácticas perversas como algo recurrente a todos los empresarios. Nada más alejado de esta realidad. Pero, cuando se descubre el hecho inmoral y/o ilícito en fuerte conectividad con los más connotados, poderosos e influyentes empresarios del país, ya nos dejan un sabor amargo de desesperanza en la idea, de lo que puede ser capaz de imponer el poderoso caballero don dinero.
En este contexto poco feliz para el empresariado; CADE 2019 optó por una mea culpa, lamentando estos tipos de financiamiento sin trasparencia a partidos políticos: Nunca más, fue la frase más celebrada por el auditorio empresarial. La Nación no puede constituirse, ni convivir como una Nación carente de valores. Por fortuna el vasto campo de la reflexión sobre moral y ética cobra relevancia gigantesca que debe imponerse por la persuasión como un imperativo categórico por la salud moral de la Nación. Cuánta falta nos hace sentir una economía de mercado de cercanía con el pueblo, liderado por auténticos capitanes de la industria nacional.
El Perú requiere de una clase empresarial dinámica, culta, honrada y decente. Ni empresa privada que corrompa, ni funcionarios públicos corruptos. Tampoco financiamiento oculto o poco transparente a favor de las organizaciones políticas para estar al servicio de una clase empresarial que corrompe. La transparencia es parte importante o clave para los actos de gobierno y de los actores privados, pero éstas no pueden ser sacadas a latigazos. Del mismo modo, se requiere de una derecha e izquierda culta, porque los cucos o antis, ya no funcionan.
La posibilidad de estas viejas prácticas del financiamiento oculto no han sido del todo desterradas. Entonces, la posibilidad, que estos hechos vuelvan a ocurrir, están dadas por estos mercaderes de la política, quienes a través de rostros nuevos y/o viejos, pretenderán sin duda volver a las andanzas con la mira de copar el Parlamento Nacional, con incondicionales, como ha sucedido con el último Congreso.
El Parlamento Nacional no puede ser un ágora de mercachifles del poder donde los mejores negocios se hacen a través de la política. No por algo, algunos poderosos financien candidaturas o convierten a los partidos políticos en empresas que generen oscuras utilidades. Bajo estas reglas perversas ser Congresista cuesta mucho dinero y debe estar al servicio de quien le financia.
Por eso, es tiempo de poner fin a una representación parlamentaria mediocre. No hay nada más indignante que aquel patrañero que funge de político honesto, sin serlo. Pase usted una radiografía a los actuales candidatos al Congreso de todos las Organizaciones Políticas y, encontrará más de una sorpresa indeseable. He sido víctima de esa exigencia; algo que, desde luego, no acepté y renuncié por dignidad.
(*) Abogado