Alter B. Himelfarb W. – Miembro A.I.E.LC.
Gracias a Dios, que tanto la República de Perú, como “La Razón”, tienen un grupo de valerosos y distinguidos articulistas, como Iván Torres La Torre, Eduardo Farah H., Sergio Tapia T. y Francisco Chirinos Soto, por mencionar a algunos, quienes de manera valiente están haciendo al unísono, desde diferentes puntos de vista y tópicos, la declaración del envilecimiento de los sistemas de Justicia y Control. Como que pareciera que la honradez de las instituciones del Estado, fuera cosa del pasado.
Lamentablemente y no para hacer uso del adagio: “Mal de muchos, consuelo de tontos”, tenemos que reconocer que ese problema, es precisamente la *epidemia* de América Latina. Sin excepción, todos los países de América Latina están sumidos en éste pandemonio.
Cuando esto ocurre, consecuencia del *statu quo*, tiene que haber una lógica, una logística de acción, para corregirlo. Pero pretender que el mismo “Estado de Cosas” que ha generado esa pandemia, sea capaz de corregirse, es *hilar demasiado grueso*. Es, guardadas las proporciones, como si pretendiéramos “que las ratas que se comen el queso, se auto enmienden y cuiden de él”.
Si bien es cierto, que todas las reformas deben hacerse por un cauce legal y aún más, Constitucional, esa vía de sesiones y más sesiones en las Cámaras, sería una dicha, para -continuando con el ejemplo al final del párrafo anterior-, que las ratas malandrinas terminen por consumir el queso que aún queda. Pero seamos sensatos y lógicos, las malandrinas ratas, de ninguna manera querrán ponerse la soga al cuello.
Tiene que haber, tiene que existir un *Estado de Excepción* que permita, a una acelerada velocidad y con el concurso de expertos en la materia, crear un sistema de Controles y *trancas*. De otra manera, nuestras aún Democracias, terminarán desapareciendo hasta convertirse, –como acertadamente lo menciona Sergio Tapia T.-, “…Estamos en presencia de las excretas de una gravísima crisis moral…”
Otro aspecto, en boga desde hace ya varias décadas, como que fuera una gran *novedad*, el *guau* de ésa época, es la venta de las empresa estatales. Demasiado *venenoso* para el bolsillo de los ciudadanos.
Como primera medida, una empresa pública JAMÁS debiera ser vendida. Una empresa pública: Acueducto, Energía, Recolección de Basuras, Teléfonos, tiene el mercado cautivo. Es una especie de *monopolio*. Toda la clientela es suya. Por lo tanto, manejada de manera eficiente, sin ánimo de enriquecimiento, pero sí con unas ganancias o lucro que le permita mantenerse y tener reservas para futuras inversiones, prestaría un innegable servicio a la Comunidad, a unas tarifas razonables. Es más, para casos de inversión, ésa empresa pulcramente manejada, gozaría de préstamos de Bancos como el BID o el Banco Mundial, con largos plazos e intereses blandos.
De manera, que no es lógico, que mientras la empresa esté manejada (?) por el Estado, no sea eficiente, pero en cuanto la toma el inversor privado, se convierte en una empresa modelo, donde lo que busca es recuperar la inversión a la mayor velocidad posible y sin exagerar, esquilmar al usuario.
Por ello, es INCORRECTO, porque contiene componendas y chanchullos, que empresas estatales se entreguen, aún al valor que fuere. Estas inmensas sumas, formarían un *superávit* en Caja, de *más queso*, para que las *ratas* puedan seguir en lo suyo.
No hay que profundizar demasiado para entender, que a cambio de mantener una Contraloría rigurosa que arroje resultados eficientes a la empresa, está el manejo bajo la mesa, de que ésa empresa pase a manos privadas.