Por: Alter B. Himelfarb W. / Creo que muchos de nosotros, hemos leído o nos han enseñado o hablado, de aquél versículo de la Biblia, Génesis, Cap. I, vers. 26 “Y dijo Dios: Hagamos un hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”.
Ahora bien, ¿A qué imagen y semejanza se refiere este versículo, si es que Dios no tiene cuerpo?
De manera que la “imagen y semejanza”, se refiere a las “cualidades divinas”. Y específicamente al Amor al Prójimo”. O sea, que todo lo que hagamos, todas nuestras actividades, sean dignas de alabanzas. Sean para honrar el nombre de Dios, no para desprestigiarlo.
Por lo tanto, cualquier actividad nuestra, que vaya en contra de los mandamientos de Dios, si acaso estuviéramos haciendo lo correcto, estaríamos “mostrando” una imagen de un *dios* corrupto. Un dios que acepta sobornos. Un dios que busca coimas. Un dios que depreda el medio ambiente. Un dios que en vez de curar, enferma. Un dios que en vez de enseñar, corrompe.
Porque toda, -por lo menos-, América Latina está sin excepción, plagada “hasta la coronilla” de corrupción. ¿Es esa, la imagen y semejanza de Dios?
Por otra parte, hagamos este hipotético ejercicio: Una multitud de personas, se reúne para formar un país. Necesita organizar su país, crear un Estado. Pero el Estado no es propiamente el propósito final. El propósito final, es el de que toda esa multitud pueda vivir en una Tierra o un Estado que no esté basado en la desigualdad social. Con Libertad, sí, pero con Igualdad Social. Esto es, que los servicios básicos (públicos) de educación, salud, vivienda, agua, energía eléctrica, gas y otros similares, deben estar en manos del manejo del Estado, del Gobierno.
(Najman Syrkin, «Nacionalismo y Lucha de Clases»/Fundación Alianza Cultural Hebrea/Pág. 197/2012/Argentina).
El Estado tiene que ser capaz de manejar con honestidad, -a imagen y semejanza de Dios-, sus empresas porque, -repito una vez más-, si no hay administradores, contralores, revisores o supervisores del gasto público, etc., responsables y honestos, qué nos hace pensar que únicamente el Presidente es el honesto. ¿Y el resto de los ciudadanos que ocupan los otros cargos o funciones?
¿’O será que tendríamos que llamar a Licitación Internacional a cuanto funcionario necesita ese Estado, -«desde el Presidente pa’bajo», para que dé los resultados que debe dar, cuando hay honestidad y pulcritud en el manejo de la Cosa Pública?
Porque al día de hoy, hemos «perdido el año». Toda Latinoamérica, -al menos-, es una zona de pobreza en resultados.
Las desigualdades sociales, cada vez son más pronunciadas. Congresistas, senadores, representantes, concejales, contralores, fiscales, etc…han sacado «calificaciones», de estar «más untados que pañal usado». Por ello, no se entiende, que a pesar de la pobreza en resultados y a pesar de la escasez en las arcas del Gobierno, algunos sectores de nuestra América Latina, Políticos, no Estadistas, estén empeñados en que sus respectivos países, pasen de la uni a la bicameralidad.
¿En qué beneficiaría ese cambio a la población? ¿En qué? ¿En que haya más pobreza de resultados? En que aumenten las desigualdades sociales?
De manera que cuando «enfrentamos» nuestra imagen a la de Dios, nos encontramos que estamos bien lejos de Él. No queremos que esté a nuestro lado, para así poder continuar con el propósito de no amar al prójimo. Entre más coimas recibamos, nos importa un bledo la población.
(*) Miembro A.I.E.L.C.