Por Francisco Diez-Canseco Távara
Si algo se desprende en forma inequívoca de la crisis venezolana y la forma como ha sido abordada por los comunistas a nivel internacional es que, en el congelado contexto de sus ideas, la globalización funciona no como un proceso de integración en base a valores democráticos y libertarios sino como una internacional que apoya y se sustenta en regímenes dictatoriales y violadores de los derechos humanos con el cuento de un futuro socialista e igualitario que jamás ha existido ni podrá lograrse por la vía que ellos predican. Guardando las distancias, la misma actitud tienen los comunistas y caviares criollos con la dictadura de Maduro: a duras penas se atreven a formular críticas ligeras o simplemente procuran desviar la atención hacia temas menores para no enfrentarse con el chavismo y su “socialismo del siglo XXI”, como acaban de hacer las bancadas de Nuevo Perú y el Frente Amplio en el Congreso de la República.
Aún ahora me pregunto cómo Jean Paul Sartre -considerado el padre del existencialismo- pudo apoyar al monstruo de Stalin, después de regresar desilusionado de un viaje a la Unión Soviética y consciente de los abusos del régimen de ese país donde supuestamente existía una “dictadura del proletariado” que, en la práctica, era la careta de un sistema totalitario y oprobioso.
La ética invertida del marxismo, que subordina los valores individuales al objetivo de lograr su utópica “sociedad sin clases”, ampara los abusos de gobiernos dictatoriales como los de Maduro o Castro porque, en el contexto del “culto a la personalidad” inventado por Stalin, son los líderes que conducirán a sus países a esa etapa “superior”.
Es importante, especialmente para la juventud, desenmascarar a estos falsos apóstoles de la justicia social que tanto daño le siguen haciendo a la humanidad con sus ideas totalitarias, obsoletas y fracasadas: ¿o es una casualidad que China Comunista y la Rusia dictatorial de Putin -neo capitalista de Estado, como los chinos- apoyen a Maduro?