Por: Jorge B. Hugo Álvaez / Drama y realidad. Aventuras y desventuras. Todo era posible en nuestra noble imaginación; pero fuimos superados por la proterva maldad del Coronavirus. Temerosos, angustiados, atrevidos e indisciplinados, volcamos nuestras miradas suplicantes al cielo redentor y en lo terrenal, buscando culpables en otros y no en nuestras propias miserias humanas.
De pronto clamamos: ¡Solidaridad!, ¡Solidaridad! Unos sinceros, otros no tanto a condición de no tocar sus bolsillos. De pronto, la Dra. Marianella Ledesma, Presidenta del Tribunal Constitucional propone: Recortar los jugosos y desproporcionados sueldos de los altos funcionarios del Estado.
Algunos silbaban indiferentes hacia los costados, otros fruncían sus ceños refunfuñando y, de suyo, aquel otro que lo calificó de idea tonta. Resultado: Los patrañeros olvidaron el asunto guardando silencio sepulcral. ¡Qué nivel de insensibilidad humana!
“Nadie ha expresado con mayor belleza el sentimiento profundo de amor al prójimo, cuando esta nobleza emerge sin buscar cámaras. Es solidario porque sólo obedece al
dictado de su corazón y su razón” (Rosario Degracia Ortiz). Lo dicho está y desnudan esa falsa fraternidad de algunos altos funcionarios del Estado. Son los pendejetes “fraternos” y “solidarios” en presencia de los medios de comunicaciones e infraternos en ausencia de cámaras.
Vil hipocresía grabada en la memoria sentida del pueblo peruano. Ahora más que nunca, bastaba un gesto noble de solidaridad para calmar esa angustia de gentes alicaídas por la desgracia de ser pobres o de extrema pobreza. Pero es el sinsabor de esta cruda realidad, que por efectos del Coronavirus que nos traen la muerte y el recorte de nuestras libertades.
No obstante, ¿Acaso por ley, nadie podía percibir remuneraciones superiores al Presidente de la República? De pronto, el dictado de ese ese dispositivo como lección de indiferencia, angurria y desfachatez, era letra muerta. Muchos ganan más que el Presidente y, el Presidente impotente.
¡Oh, Beethoven¡ ¡Cuánta falta nos hace reflexionar sobre tu novena sinfonía! No de otro modo fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad en el 2002, como un enorme paso de la oscuridad a la luz del sentimiento humano, comprometido con los ideales de: Igualdad, libertad y fraternidad.
Hoy con el Coronavirus a cuestas el poema de Friedrich Schiller: La Oda a la Alegría, incorporado por Beethoven a su novena Sinfonía, puede ser la chispa que nos impulse del dolor a la alegría, de la desesperanza a la esperanza y, desde luego, de nuestras ganas de vivir y de luchar.
Hay gente valiosa y de gran nivel intelectual: Rosario Degracia Ortiz, Marianella Ledesma, Betty S. Huarcaya Ramos, Carlos Figueroa Casanova, Claudio Nieves del Río, Eduardo Zavala Cancho, entre otros que dan sentido real a nuestras vidas. Ellos son ejemplos de solidaridad y fraternos con nuestros hermanos desvalidos o en situación de pobreza. Fuera de nuestros actos contritos es tiempo en que los hombres volveremos a ser hermanos.
¡Abrácense, millones de seres! ¡Este beso es para el mundo entero¡ ¡Hermanos, sobre el firmamento seguramente habita un padre amoroso! (Novena Sinfonía).
(*) Abogado penalista- Analista político.