Cunde un sentimiento atroz de impotencia por parte de la ciudadanía que pone en entredicho la efectividad del plan de vacunación dispuesta por el Ejecutivo. Siguen los contagios masivos y las muertes tan venidas a menos que, como cual mensajeros de mal agüero, nos hieren cruelmente en el alma.
Entonces, se desliza la idea que las pocas vacunas están siendo aplicadas con mucha lentitud con prevalencia para los privilegiados del poder. Mientras el pobre pueblo sufre en silencio arriesgando su vida con resignación al salir a las calles por necesidad del pan de cada día. Dios es peruano pero al parecer nos ha olvidado. Mientras el dolor y las lágrimas surcan a fuego lento nuestras mejillas. A tanto dolor e impotencia de los pobres, el Ejecutivo tiene que reorientar su política sanitaria que ha implementado contra la pandemia del nuevo coronavirus.
Debe permitir que las Fuerzas Armadas, los gobiernos municipales, las iglesias y parroquias vecinales participen de la vacunación masiva, ya que ellos cuentan con infraestructura de alcance nacional y de mayor cercanía con la población. Una iniciativa de esta naturaleza fue solicitada por los burgomaestres de Lima Metropolitana y del Callao, pero al parecer tuvo poco eco dentro del Ejecutivo.
Priorizar la vacunación masiva es de interés y urgencia nacional y, en ese apoyo estratégico, no valen excluir a todas las instituciones del sector público y privado. La historia nos enseñará que guardar culpas de golpes permanentes en vuestras conciencias, no se extinguirán ni siquiera con la muerte, ni en el ocaso de vuestras vidas.
Sensibilizaos y buscad una forma de ser cada vez más humano. De suerte que el alma inocente de un niño (a), la vitalidad de un adolescente, la sensatez del maduro (a) y la pena retraída de un anciano (a), os agradecerá.
La maldita segunda ola de la variante del Corona virus ya causó demasiados estragos en nuestra población. Esa crueldad con nuestros niños, nuestra juventud y nuestros ancianos, nos duele tanto en el alma. En ellos (los ancianos) está la cansada mirada del pesimismo, el desconcierto de la juventud y la ingenuidad de nuestros niños.
Mientras algunos patrañeros fungiendo de candidatos presidenciales y otros al Congreso Nacional, nos inducen ilusiones y una errada apreciación ante tanta estupidez que versan en sibilina ignorancia. Entonces, no puedo ensanchar mi sonrisa mientras mis hermanos mueren y se contagian.
Tampoco puedo sonreír mientras el populismo y más populismo irresponsable de las derechas y de las izquierdas hacen de las suyas. Más Dios salve al Perú si llegan a nuestras costas o a través de nuestro espacio aéreo la tan temida tercera ola.
Aquí la visión de las gentes de buena fe puede ser fatal si no estamos preparados. Entonces, debemos ser inclusivos en el apoyo estratégico de medidas a fin de contener la segunda ola y prepararnos para la tercera. Permitid la participación de todo el sector público y privado en la tarea del proceso de inoculación de vacunas.
(*) Abogado penalista y analista político.
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