Por: Jorge B. Hugo Álvarez / La ilustración cobra nuevos bríos en Perú con el resurgimiento de nuevos liderazgos de la talla de Hilario Manuel Rosales Sánchez y Katia Santamaría. En un país, como Perú, donde son escasos los hombres y mujeres que contribuyeron con sus reflexiones e investigaciones al sueño peruano de industrializar el país.
Nada resultaría tan ajeno a los nobles propósitos y sentimientos del pueblo peruano, contar con excelentes candidatos que tengan una idea clara de cómo conducirnos hacia la prosperidad, el desarrollo económico, financiero y social de nuestra Nación.
Pues, esos liderazgos lúcidos y firmes nos guiarían a convertirnos en un país de propietarios, una Nación de grandes capitanes de nuestra industria nacional, de nuestros emergentes pioneros de la tecnología e innovación y, un suelo patrio atractivo para las inversiones de capitales nacionales y extranjeras.
Pues, la industria, la agroindustria, el turismo, el comercio y los servicios con alto contenido tecnológico e innovación son signos distintivos de la modernidad para redistribuir riqueza y no pobreza.
Un pueblo culto no se rinde cuando pone de manifiesto su gallarda actitud por recobrar espacios vitales para sus libertades, bienestar económico y social. Pero se indigna con los políticos patrañeros que les arrebataron sus ilusiones con falsas promesas electorales.
Pues indignado, ahora busca a un nuevo líder, no contaminado con la corrupción. No haremos juicios de valor sobre el Presidente Vizcarra pero nos sentimos felices que se vaya, pero al mismo tiempo, preocupados porque deja tras sí, un país en ruinas.
Entonces, queda un arduo trabajo por reconstruir una Nación. El reconstructor debe contar con un proyecto nacional de desarrollo industrial y una misión de consolidar la justicia social para todos los peruanos sobre bases más humanas y justicieras.
Por nuestra parte, pretendemos derrotar y superar esa demoniaca recesión económica sin precedentes en la historia de nuestra Nación a punta de puño firme y con un liderazgo fuerte.
Nos duele y aborrecemos esas pasmosas indiferencias de esas narices respingadas insensible a la brutal caída de nuestra economía nacional (menos del -12% ciento del P.B.I.) y el desplome del empleo e ingreso real de los peruanos.
Sentimos un franco retroceso y dolor por el incremento de la pobreza y extrema pobreza y la mayor desigualdad social de la ya existente, hasta antes de la pandemia.
No podemos tolerar la cuasi desaparición de nuestra clase media, tampoco la informalidad, la violencia y la inseguridad ciudadana. No obstante, esta terrible y dramática realidad, nosotros patriotas de corazón y razón, sabemos cómo revertir esa enojosa y odiosa situación.
El discurso de la teoría del desarrollo industrial es, por naturaleza constitutiva, un discurso real, práctico e imperativo. Estamos convencidos que no tendremos asegurado nuestro futuro en positivo, si no optamos por nuestra propia revolución industrial diversificando la producción, dejando atrás actividades rudimentarias o de poco valor agregado, para desarrollar actividades económicas mucho más complejas.
La pandemia nos dio una dura lección: las fuerzas ciegas del mercado, no funcionan.
(*) Abogado penalista y analista político.