Martín Valdivia
Nicolás Maduro es un payaso. Un lamentable payaso que cree que poniendo visa a los peruanos que quieran ingresar a su país, consuma una venganza diplomática contra el Gobierno del Perú. Nada más alejado de ello. La primera pregunta sería: ¿qué peruano en su sano juicio quisiera ingresar a la Venezuela chavista hoy por hoy? Muy pocos, salvo aquellos que tengan algún tipo de interés comercial o familiar de por medio.
Además, ¿a qué consulados del mundo le da esa orden el dictador venezolano si más de 50 naciones en el planeta no lo reconocen como presidente legítimo? La medida es, sin duda, una manera muy burda de decirle a la comunidad internacional que de su gobierno nadie se burla. Medida que, dizque, busca “reciprocidad” frente al derecho que tiene el Perú de proteger a sus connacionales de la invasión de elementos de mal vivir que – según algunos analistas – fueron enviados por el propio Maduro a nuestro país con la finalidad de perturbar el orden público.
Ciertamente, los más de 800 mil venezolanos que se encuentran en el Perú son gente de bien, que han llegado al país huyendo el sátrapa que los ha convertido en errantes por el mundo, con una calidad de vida inferior a la de muchos países africanos y con un futuro nada provisorio de cara a los siguientes años. El grave error cometido tanto por PPK como por Vizcarra, fue el permitir el ingreso de los 800 mil ciudadanos venezolanos sin el menor control posible, abriendo nuestras puertas para justos y pecadores.
Ahora, cuando numerosos casos de delincuencia extranjera sacude a nuestra sociedad, recién se dan cuenta de lo mal que hicieron y pretenden arreglar las cosas a la loca, improvisando medidas y dándole pie a un dictador que busca el error en cada gobierno que considera enemigo para lanzar su propaganda “socialista y para el pueblo”. Maduro jamás desaprovechará una oportunidad como la que le ha dado Martín Vizcarra para congraciarse con un auditorio preso por la dádiva y hambriento de “logros revolucionarios”.
Pese a todo, nuestro país tiene el derecho soberano de protegerse, al margen si la medida fue tomada en forma extemporánea o no. En todo caso cerremos fila contra cualquier medida tomada por el dictador, sin ningún margen de duda. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.